Los Médicis
Alejandro Dumas
24 enero, 2008 01:00Este "suspiro" nostálgico expelido por el autor de Los tres mosqueteros y El Conde de Montecristo se hace evidente en el párrafo con que cierra el libro: "Pero que los Médicis descansen en paz en sus tumbas de mármol y de pórfido, pues ellos hicieron más para gloria del mundo que lo que nunca antes había hecho nadie, y que nunca hicieron después ni príncipes, ni reyes, ni emperadores."
Alejandro Dumas se enfrenta a la tarea de desempolvar los entresijos biográficos de la familia Médicis con estilo sencillo, conversacional, sin grandes disquisiciones históricas o filosóficas, como quien hace el cuento de una época pasada en el que las cosas, por lo menos algunas cosas, fueron mucho mejor.
Buen recopilador, no omite las abundantes atrocidades que salpicaron las vidas de los Médicis, tanto en la denominada "rama mayor", que se inicia en 1360 con Juan de Médicis, fundador de la estirpe, como en la genealogía de la "rama menor", que arranca con la ascensión al gobierno del gran duque Cosme I, pero tampoco hace énfasis en ellas porque, según se desprende de sus escasas irrupciones, Alejandro Dumas opina que de intrigantes, ladrones y asesinos sin escrúpulos está abarrotada la historia del poder desde el comienzo mismo de los tiempos, pero, sin embargo, no sobran quienes hayan dado preferencia a esa forma de salud que es la creación de belleza y en ese aspecto, la claridad visionaria de los Médicis continúa deslumbrándonos.
Fueron capaces, por encima de sus propias pequeñeces y miserias, de instituir el mayor asentamiento de belleza que reconoce la historia del arte, a tal punto que por momentos nos da la impresión de que, para ellos, el ejercicio del poder era sólo un pretexto, una forma de mantener la infraestructura para darle soporte a los Miguel ángel, Leonardo Da Vinci, Giotto, Cellini, Vasari y otros talentos que, gracias al sentido estético de sus patrocinadores, pudieron crear sin mayores privaciones.
Buena la apuesta de la editorial Navona al sacar a la luz este libro, involucrándonos en la admiración y la añoranza de Dumas y presintiendo que, quizá, la eclosión del género histórico en la literatura tiene mucho que ver con la nostalgia que nos provoca nuestra actualidad, algo carente, para qué negarlo, de verdaderas profundidad y brillo.