Como Dios manda
Niccolò Ammaniti
21 febrero, 2008 01:00Como Dios manda recupera el espíritu del neorrealismo, con su poética de lo insignificante y cotidiano, su vocación testimonial, que certifica la desesperanza, y la expectativa de un cambio social eternamente aplazado. Los tres amigos y Cristiano, sin otra referencia que la pobreza, los prejuicios raciales y el desprecio por la ley, no sueñan con un mundo menos injusto, sino con los privilegios de la clases acomodadas. Su alienación es tan profunda que responsabilizan a los inmigrantes de su miseria. Hay ciertos ecos de Dostoievski, que se manifiestan en la recurrente invocación de Dios, que distribuye la suerte de forma incomprensible y, al final, te lo quita todo. El pecado, la redención y la fe poseen el mismo relieve que el azar, la autocomplacencia y el escepticismo. Ammaniti no elogia el nihilismo, pues el amor de Rino hacia su hijo es sincero, pese a que utilice una pedagogía violenta. Danilo ama a su antigua esposa, intentando olvidar que espera un hijo de otro y Cuatro Quesos ha consagrado su vida a la construcción de un belén que representa el teatro del mundo.
Los personajes secundarios -Fabina y Esmeralda, dos adolescentes amorales y enloquecidas; el pusilánime Beppe Trecca, asistente social que se debate entre la fe y el deseo o Tekken, macarra de discoteca- son tan intensos y creíbles como el cuarteto principal. Ammaniti profundiza en su peculiaridad, sin reducirlos a estereotipos. Incluso la presencia fugaz del senegalés que sobrevive a un atropello trasciende lo anecdótico para convertirse en una objeción contra la moralidad de una sociedad escandalizada por el asesinato de una adolescente, pero indiferente ante el destino de los inmigrantes.
Ammaniti articula la trama con enorme madurez narrativa,utilizando paralelismos de carácter cinematográfico. La convergencia de modernidad y clasicismo narrativo imprimen a Como Dios manda la autenticidad de los grandes relatos, que recurren al mito y a la inmediatez más prosaica. La improbable Ramona, actriz porno que obsesiona a Cuatro Quesos, decidirá el destino de unos personajes que sueñan con emular a Al Pacino en El precio del poder, convertido en el dueño del mundo durante unos minutos.