Una puerta al río
Barry Gifford
29 mayo, 2008 02:00Barry Gifford. Foto: Carlos Márquez.
Perdita Durango y, sobre todo, Corazón salvaje popularizaron a un escritor, Barry Gifford (Chicago, 1946), que ya había mostrado sus cartas en la inquietante Puerto Trópico. La suya era una literatura desenfadada, fresca, irreflexiva a primera vista, y siempre vanguardista en la búsqueda de nuevos horizontes narrativos. La impronta de cine y teatro, disciplinas con las que tradicionalmente ha mantenido un sugerente coqueteo, resulta definitiva precisamente por su presencia innegable y tangible.Y similares valoraciones podemos formular a propósito de su último título publicado en español, Una puerta al río, pues bajo la novedad que para algunos puede suponer el modelo estructural, no subyace sino un entramado narrativo fuertemente anclado en su particular visión de la literatura. De esta forma los sketches, las viñetas -muchas de ellas de poco más de una página- se entenderían de forma similar a los fotogramas de una película. Según este modelo interpretativo, las tres secciones que conforman su armazón -"Un buen elemento", "Wyoming", y "Una puerta al río"- también podrían ser entendidas como el desarrollo fílmico o teatral de una historia. En la que nos cuenta Gifford el nombre del héroe es Roy, un inocente niño de poco menos de diez años que irá conociendo el mundo con la misma candidez que amargura. Ya en la primera de las viñetas, "Memoria de un barco que se hunde" -precisamente el título original de la edición en inglés, Memories from a Sinking Ship- ,observamos con nitidez la dinámica narrativa. Roy, hijo de un matrimonio separado, es "aparcado" en casa de los abuelos mientras su madre viaja hasta Venezuela persiguiendo la efímera ilusión de su última aventura. Sentimos el pulso sociológico de los EE.UU de los sesenta, cuando se desvanecía la autocomplacencia de la generación vencedora y una nueva generación, a la que pertenece la madre de Roy, comenzaba a buscar, más que cuestionar, un sentido a su existencia. Y es en este ambiente turbulento y embrollado donde Roy, quien nunca será una persona cruel como asegura su madre (p.43), intenta entender la lógica de los mecanismos que rigen el mundo y las personas, con su madre como guía.
Se cita en la contraportada del libro a Mark Twain y a Hemingway, con el pretexto, entiendo, de equiparar a Roy con Huck y Nick Adams, respectivamente. Indudablemente, la progresión de Roy hacia la madurez responde al modelo narrativo de "Bildungsroman", pero poco o nada más tiene que ver Roy con los inmortales héroes. Huck es indudablemente un pícaro; de forma más matizada también pudiéramos entender que responde a similar modelo narrativo Nick Adams, pero Roy es infinitamente más inocente e ingenuo que los mencionados referentes y Kitty, la madre, logra adquirir un marcado carácter de protagonista por mor de la disfrazada complejidad filosófica de sus respuestas.
La sección más interesante es la segunda, "Wyoming", ya publicada por Emecé como volumen independiente en España en 2002 -y tal vez esa particularidad pueda hacer menos interesante el volumen-. La agilidad de los diálogos, la dinámica y refrescante evolución de la acción, la frescura del joven Roy, transmitida mediante preguntas del tipo "¿Hay algún lugar que sea perfecto, un lugar adonde irías si tuvieras que pasar allí el resto de tu vida y no quisieras que te encontrara nadie?" (pág. 101), convierten a esta sección en la más interesante. Las partes precedentes y concluyentes incluyen una mayor variedad de registros, y es en ellas donde el autor deja oír más claramente su propia voz. En "Una puerta al río" Roy es ya adulto y entendemos buena parte de lo contecido anteriormente. "Navegando por un mar teñido de rojo", la última de las historias, resulta ser la parte visible da aquel iceberg del que hablara Hemingway.