Image: La apelación

Image: La apelación

Novela

La apelación

John Grisham

11 septiembre, 2008 02:00

John Grisham

Trad. de Laura Martín de Dios. Plaza & Janés, 2008. 480 páginas, 22’90 euros Lea un ext


La decimonovena ficción de John Grisham (Jonesboro, Arkansas, 1955) resulta como sus anteriores un producto de consumo. Sin duda las ventas del volumen ascenderán a varios millones de ejemplares, cantidad que sumaremos pronto a los 250 millones vendidos hasta el momento por el escritor. Se trata, como otros títulos suyos, El Informe Pelicano (1999) por ejemplo, de literatura de entretenimiento de calidad. Aunque la motivación sea puramente comercial, los editores intentan en esta ocasión afirmar el carácter literario de la novela, y quizás no les falte algo de razón. Está pasando con la novela negra que, cuando usan materiales provenientes de la realidad y los autores se han documentado de verdad, sus textos adquieren un carácter literario. Se convierten en libros que dicen cosas importantes sobre nuestro mundo, permitiendo que la belleza de lo verídico reluzca con la intensidad manifiesta en las novelas realistas clásicas.

La apelación desde luego lo consigue, pues toca un problema acuciante en la sociedad norteamericana actual: la indefensión de la clase media ante las poderosas multinacionales. Grisham narra con una lengua eficiente, magra, vehiculada por una sintaxis que hace avanzar la historia con regularidad. Hila un argumento muy entretenido, tanto que apenas advertimos la cantidad de información recibida. Nos cuenta en detalle las circunstancias en torno al pleito entre Jeannette Baker, quien perdió marido e hijo a causa de la contaminación por unos vertidos tóxicos, y la compañía responsable del desastre. El jurado hace justicia y falla a favor de la viuda.

Sin embargo, el veredicto favorable desata la ira de Carl Trudeau, el dueño de la compañía responsable de los vertidos ilegales, que condenaron a todo un pueblo a la enfermedad y a la miseria. Su soberbia reacción contra los abogados de Jeannette, el matrimonio Payton, Wes y Mary Jane, hacia cuantos les han ayudado, ocupará el resto de la obra, y toma la forma de una sucia apelación del veredicto.

Trudeau intentará comprar a la justicia por medio de testaferros, presentando a candidato del tribunal supremo de Mississippi a un tal Ron Fisk, quien será el encargado de defender sus intereses espureos. Este joven abogado, su mujer Doreen y sus hijos representan a un sector de la sociedad norteamericana, la clase media profesional. Llevan una vida cómoda, burguesa, trabajo estable, casa grande, vehículos confortables, restaurantes de familia asequibles, buenas escuelas, y un cuidado médico aceptable. Las mayores preocupaciones provienen de si los hijos consiguen destacar en el béisbol. Existen, sin ser conscientes de ello, dentro de una especie de burbuja estéril que se llama comunidad ciudadana, en la que la iglesia desempeña un papel importante, el de reforzar los sistemas de valores tradicionales. En el sur de los EE.UU. son valores conservadores, un poco de racismo, defensa a ultranza de las leyes contra el aborto, incluso en caso de violación, y rechazo de la homosexualidad en cualquier forma No existen dudas sobre la condición humana; sólo los prejuicios tienen cabida en tales comunidades.

Ron Fisk resulta, pues, seleccionado como el candidato conservador para derrotar en las elecciones a una juez liberal, Sheila McCarthy, del mencionado tribunal supremo de Mississippi, porque sus votos favorables a las fuerzas progresistas de la sociedad suelen ser contrarios a las grandes compañías. Los siniestros personajes que trabajan para Trudeau no escatimarán los trucos sucios durante la campaña, como la compra de votos, la diseminación de noticias falsas o el incendio premeditado de los ánimos de los votantes conser- vadores, demonizando a los defensores del matrimonio entre gentes del mismo sexo. Fisk debe salir elegido cueste lo que cueste, y continuación deberá rechazar el veredicto condenatorio de Trudau.

La historia se cuenta a ritmo de thriller. Los lectores pensamos hallarnos ante un caso que bien pudiera haber sucedido. De hecho, quien haya visto la renombrada película Erin Brockovich (2000), protagonizada por Julia Roberts, sabe que en efecto cosas parecidas han ocurrido. Grisham va un paso más allá: el dueño de la compañía culpable quiere vengarse de cuantos piden una justa compensación. Sólo al final sabremos si los buenos ganan.