La escritora Blanca Riestra, autora de 'Aquí empieza el mar'. Foto: archivo/Europa Press

La escritora Blanca Riestra, autora de 'Aquí empieza el mar'. Foto: archivo/Europa Press

Novela

Sobredosis, sida y suicidio: las tres eses malditas de los 80, en 'Aquí empieza el mar', de Blanca Riestra

Publicada

Quería escribir sobre aquella época —el final de los 70 y la década de los 80—, narra la voz que más cuenta en esta historia. Quería recuperar la memoria de una ciudad sumergida bajo otra que bullía y crecía (A Coruña) para hacerla visible y otorgarle, así, su propia narrativa.

De la mano vendrían los personajes, aquellos muchachos que vivían su juventud “de forma visceral”, casi “desesperada”, en aquel microcosmos “luminoso y divertido” tomado por el desenfreno, la literatura y la droga.

Aquí empieza el mar

Blanca Riestra

Reino de Cordelia, 2024. 296 páginas. 29,95€

Este es su título, Aquí empieza el mar. Y aquí están aquel lugar y aquel tiempo fundidos en un “entonces” convertido en ficción. Se trata del último libro de Blanca Riestra (A Coruña, 1970), un relato valiente, cosido sobre un imaginario audaz capaz de expresar, a través del lenguaje, muchas acciones que no están hechas para ser contadas: “son historias de penumbra —dice la voz— y, a la luz, se convierten en pesadillas”.

El discurso fragmentado se escuda en la poética del yo para articular experiencias de una generación. Un ejercicio nada complaciente, reflexivo y expresivo, nostálgico y articulado sobre el desconcierto que quedó de esa década. De ahí su efecto perturbador.

Su argumento traza un recorrido estructurado en cinco partes que se detienen en diferentes etapas de la mirada que vuelve a ellas. Niñez, adolescencia, juventud, vida adulta en Madrid, regreso a la ciudad y necesidad de la escritura para afrontar las secuelas de lo vivido.

Es este un relato valiente, cosido sobre un imaginario audaz. Una historia de fulgor y de rabia

Todo ello se articula sobre dos ejes. Delante, una ciudad llena de memoria, de voces. Detrás, “corazones heridos, familias, crecimientos, derrumbes”. No es fácil componer un imaginario de metáforas tan audaces para ficcionar la épica de aquel tiempo.

Más allá de un ejercicio de estilo, es una reflexión sobre un capítulo generacional y personal que dejó muchas voces en el camino “por culpa de las tres eses: sobredosis, sida o suicidio”. A su autora tenía que salirle una historia de fulgor y de rabia, una historia poética, “como son poéticas las enfermedades degenerativas, los enamoramientos y los duelos”.