Una bendición
Toni Morrison
1 mayo, 2009 02:00Guillermo Arias
Si esta última novela de Toni Morrison (Lorain, Ohio, 1931) se hubiera publicado en 1987 y la correspondiente a ese año, Beloved, lo hubiera sido en 2008, estaríamos hablando de una lógica progresión narrativa de la premio Nobel de 1993. Con Beloved, Toni Morrison alcanzó además de la cota de popularidad que confiere el Pulitzer, el definitivo reconocimiento en los estamentos académicos y universitarios. Aquella impresionante novela revalidaba la calidad literaria que ya mostrara en La canción de Salomón, 1977 (para muchos, incluido el propio Barack Obama, su título de referencia): la novela tenía que ver con la esclavitud y narraba la historia de una mujer negra que prefirió matar a su hija antes que verla sometida a una vida como la suya. Y sobre la esclavitud vuelve a tratar Una bendición, si bien ahora se remonta hasta finales del siglo XVII, cuando los Estados Unidos eran una colonia británica y el sistema esclavista apenas comenzaba a ser cuestionado. Esta involución temporal bien merecería una relectura y más que posible reinterpretación de Beloved, al hilo de las teorías de Bloom en The Anxiety of Influence, desde el punto de vista crítico-universitario.El hilo conductor de la acción en Una bendición tiene como protagonista a Florens, una esclava negra que, siendo niña, fue entregada como pago de una deuda por su madre. Ahora, con su dueño fallecido, busca a un hombre, un negro libre, que tal vez pueda librar de una muerte segura a su dueña, ya que, si ésta muere, su futuro y el de sus compañeras se antoja más que incierto, pues "sin pertenecer a nadie, serían caza silvestre para cualquiera" (pág. 71). Pero éste es tan sólo un finísimo hilo conductor, pues la riqueza temática y conceptual de la obra supera cualquier intento reduccionista. "Llévese a la chica, le dice, a mi hija, le dice." (pág. 13) fueron las palabras con las que su madre la entregó, y este acto quedó marcado en el alma de Florens. ¿Por qué la eligió a ella y no a su lactante hermano? No se trata tanto de un interrogante como de un reproche muy al estilo de Maupassant, y, sin embargo, la madre entendió su acción como una bendición, "Porque comprendí que el hombre alto te veía como a una niña, un ser humano, no como piezas de a 8" (pág. 189). Es Florens la única que tiene voz propia en la historia, pero en las 189 páginas se nos cuenta la vida de todos los personajes mediante continuos saltos temporales. Se trata de un arco iris de personajes huérfanos que forman un núcleo familiar -similar al de Christine Bell en La familia Pérez (1995)- en torno al amo Jacob Vaark. Jakob compró a cuantas mujeres quiso aunque "la carne humana no era el género con que él comerciaba." (pág. 30). Era un negociante reconvertido en granjero tras heredar una considerable extensión de terreno de un tío a quien no conocía. Arregló por carta su matrimonio con Rebekka, una inglesa a quien "su padre habría enviado a cualquiera que le exonerara de la carga de mantenerla" (pág. 88), porque necesitaba "una mujer que no fuese una beata, en edad fértil, obediente pero no servil, que supiera leer pero no fuese orgullosa, independiente pero que lo cuidara." (pág. 29). También conocemos la historia de otra sirvienta, Lina, única superviviente de su tribu. Fue recogida por una beata familia y "Lina reconoció su condición de pagana y se dejó purificar por aquellas personas respetables" (pág. 59). Y, finalmente, Dolor, "así llamada porque la abandonaron. Es un poco mestiza, como podéis ver." (pág. 139).
En la novela las situaciones más singulares, irracionales incluso, adquieren naturalidad y su trascendencia afecta tanto a la escrituta como al contenido. Así, por ejemplo, el peregrinar de Florens en busca del negro libre, de quien está enamorada, que puede sanar a su ama, representa tanto un viaje físico como espiritual, "El viaje hacia ti es duro y largo…" (156); cuando lo encuentra debe enfrentarse a lo inesperado: "-Soy esclava porque el señor me canjeó/-No. Te has convertido en esclava." (pág. 162).