Image: Todo por una chica

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Novela

Todo por una chica

Nick Hornby

5 junio, 2009 02:00

Nick Hornby. Foto: Spinebreakers

Traducción de Jesús Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2009. 304 páginas, 19’50 euros

Sin estridencias, sin prisas pero sin pausas, Nick Hornby (Maidenhead, 1957) se está convirtiendo en uno de los escritores británicos más populares de este comienzo de siglo. El suyo es un estilo propio y singular, o, mejor dicho, tal vez sean sus historias las que ya comienzan a resultarnos familiares hasta el punto de reconocerlas con la misma facilidad que la pintura del Greco. Alta fidelidad o Fiebre en las gradas nos presentaban unos jóvenes personajes obsesionados por sus respectivas aficiones, la música y el fútbol respectivamente. Ahora, en Todo por una chica, será el skate el pasatiempo favorito de Sam, un adolescente que conoce por primera vez el amor.

Volvemos a encontrarnos en el mundo de los barrios londinenses. Para Sam, el narrador, "todo iba saliendo estupendamente desde hacía unos seis meses". No resulta extraño que ya en la primerísima frase confiese, "Así que las cosas me iban bastante bien", y para colmo de felicidad, "además había conocido a Alicia"(p. 11). Tiene dos amigos, Conejo y Basuras (así apodado por no saber patinar), pero a quien realmente admira es a Tony Hawk -imagino que personaje real, pues "No conocer a Tony Hawk es como no conocer a Tony Blair" (p. 14). A fin de cuentas Sam parece necesitar una figura paterna; su madre lo tuvo con apenas 16 años y no tardó en separarse. Y ahora Sam parece repetir la vieja historia de su madre, pues con la misma edad ha dejado embarazada a Alicia. Incluso los padres de Alicia desean que aborte, pero la joven se resiste.

No ha logrado sorprenderme este último título de Hornby como los precedentes, pero sí que me ha obligado a reflexionar más. Indudablemente el mundo de los adolescentes es mucho más complejo y laberíntico de lo que podemos llegar a imaginarnos los padres con hijos en tan complicada edad, y Todo por una chica nos sitúa con un pie colgando al borde del abismo. Eso sí, aún tratándose de un argumento no exento de dramatismo, Hornby tiene el magisterio suficiente para presentarlo de forma casual e incluso con cierto sentido del humor. O quién sabe, lo mismo todo ser reduce a pensar que la escala de valores de un adulto y un adolescente responde a parámetros opuestos. Demasiado simple.