La playa de los ahogados
Domingo Villar
4 diciembre, 2009 01:00Si ya entonces, cuando ideó al inspector Leo Caldas, de la comisaría de Vigo, y a su ayudante, un rudo aragonés con la misión de mitigar la tendencia a la mesura y el ensimismamiento de su jefe, no le faltaron lectores, esta otra historia logrará multiplicar las miradas sobre ella, porque es imposible sustraerse a los modos narrativos con los que se arropa la intriga. Este segundo caso investiga la aparición de un cadáver flotando en la playa (en Panxón), un domingo "triste y gris de octubre": un pescador de quien los vecinos sólo aciertan a decir que era "demasiado reservado incluso para tener enemigos entre la gente del pueblo". Todo apuntaría a un suicidio de no ser porque apareció con las manos atadas... Pero al inspector no le duelen los muertos, sino los vivos, y su nueva singladura no sólo persigue un culpable sino desenmascarar las razones de quienes parecen implicados, y éstas se remontan a lo sucedido una noche de diciembre de 1996… Y mientras la trama se llena de interés y de preguntas, y se complica la morfología del caso, -poco más de cinco días-, todo se pone al servicio de un sugerente proceso constructivo.
En él es posible rastrear la mirada del detective Carvalho y adivinar, tras la esmerada puesta en escena (siguiendo, quizá, a Camilleri) el paisaje marítimo impregnándolo todo, el mundo marinero y su especial idiosincrasia, y una sutil manera de otorgar hondura a los tópicos y de suministrar al conjunto sentido literario.
También las aristas de una geografía física y humana encallada en otras realidades: como el miedo, que obliga a callar y empuja hacia lo impensable, porque es humano, "y es libre"... ¡Perdonen que no evite empujar hacia su lectura!