Image: Los Grope

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Novela

Los Grope

Tom Sharpe

18 diciembre, 2009 01:00

Tom Sharpe

Trad. Gemma Rovira. Anagrama. 239 pp. 17 euros


Hace años, The Times coronó a Tom Sharpe (1928) como "el novelista más divertido de nuestros días". En realidad, desde que publicó Wilt en 1976, su nombre ha estado íntimamente asociado al humor, ácido e inteligente, para sus admiradores; audaz y fresco entre los lectores, y grosero para sus detractores. Sea como fuere, este londinense afincado en la Costa Brava (Los Grope está dedicado a "los médicos de Cataluña...") ha ofrecido un puñado de novelas encomiables por su capacidad de presentar situaciones límite que satirizan a la sociedad inglesa.

Los Grope continua esa línea irreverente e irónica del Sharpe más genuino. El argumento tiene que ver con la historia de la familia Grope, de rancio linaje y heredera no sólo del apellido y la antiquísima casa solariega de Grope Hall, sino de unas tradiciones que hunden sus raíces en la historia de la nación. Fueron años difíciles aquellos en que las razias vikingas asolaban Inglaterra. Ursula, una sirvienta horriblemente fea, salvó a uno de estos impresionantes nórdicos, Awgard el Pálido, un desertor al que obligó a cumplir con ella. Así nació la Casa de Grope" (pp. 10-11), en las que las mujeres fueron siempre el sexo fuerte. Y así llegamos hasta el momento actual, con Belinda como continuadora de la saga. Está casada con Albert, un vividor que trapichea con carne y coches de segunda mano. La llegada del timorato Esmond, hijo de Vera, hermana de Albert, y Horace, que prefería ver literalmente muerto a su propio hijo por ser "una parodia de las esperanzas de su padre" (p. 40), supondrá la oportunidad de continuar la saga, algo que Belinda llevaba años esperando. Pero, como su antepasada Ursula, también Belinda será rechazada por su sobrino , aunque una posterior borrachera inducida por su tío Albert abrirá un universo de posibilidades. Atentados terroristas con Al-Qaeda por medio; asesinatos, contrabando, secuestros... todo ello conformará una trepidante cadena de despropósitos e irracionales situaciones tan imaginativas como desternillantes.

El rosáceo y acaramelado desenlace no esté a la altura de la historia y tampoco creo que la novela consiga el beneplácito del feminismo radical o el entusiasta aplauso de sus seguidores, pues también es cierto que no logra superar los títulos del inefable Wilt. Sin embargo, me atrevo a aventurar que quienes comiencen su lectura pasarán dos o tres horas -tiempo en que se lee la novela- de entretenimiento.