Una heredera de Barcelona
Sergio Vila-San Juan
16 abril, 2010 02:00Sergio Vila-San Juan. Foto: Christian Maury
El hallazgo constituye una muestra más del clásico procedimiento del manuscrito encontrado. Y la novela gana con ello mayor ilusión de verdad, pues está contada por su protagonista, a la vez que el autor aprovecha el recurso para situar su novela entre la realidad y la ficción y también para hacer autocrítica de la misma, después de reconocer que ha ordenado sus materiales y actualizado su lenguaje respetando expresiones que "transmiten cierto sabor de época". El mayor acierto de la novela está en la pertinencia del manuscrito encontrado. Porque su empleo da verosimilitud a episodios cuya narración tanto pudo haber sido escrita por el abuelo, primer autor, como por el nieto en sus labores de documentación.
Una heredera de Barcelona se presenta como una crónica novelada, con episodios y personajes reales combinados con otros ficticios, de unos años especialmente violentos en la historia de Barcelona, entre 1919 y 1922, con prolongación de la historia novelada, mediante resúmenes narrativos, hasta el estallido de la guerra civil. Su primer autor opera como narrador protagonista en el relato autobiográfico de su ascenso en la vida social barcelonesa como abogado y periodista de ideología conservadora.
Y, al mismo tiempo, actúa como narrador testigo de una época convulsa por los radicales enfrentamientos entre los anarquistas y las fuerzas del orden que llevaron el caos y el terror a la ciudad, hasta desembocar en la dictadura del general Primo de Rivera. Ambas facetas del narrador primero quedan unidas por su relación directa con algunos personajes importantes de la época, como la bella e indómita condesa Isabel Enrich (la "heredera" destacada en el título), el anarquista Ángel Lacalle y el Gobernador Civil de Barcelona.
La narración apoya su dinamismo e intriga en la sucesión de contrastes violentos entre los defensores del orden y los anarquistas, los trogloditas que habitan en las cuevas de Montjuich y el lujo en las fiestas sociales de la alta sociedad barcelonesa, entre otros ambientes opuestos unidos por la presencia en ellos de Pablo Vilar e Isabel Enrich, capaz de defender su clase social conduciendo un autobús para evitar las consecuencias de una huelga de transportes y, a la vez, financiar una comuna anarquista de inspiración tolstoiana.
A este relato de historia y sociedad se suma la violenta cadena de atentados, que contrasta con el jolgorio de la ciudad en sus espectáculos del Paralelo. En suma, una novela entretenida que recrea unos años de Barcelona, con mayor cercanía a las novelas de Ruiz Zafón que a La verdad sobre el caso Savolta, y que entona un canto de cisne por una época que llega a su final.