Detrás de este título,
La ausencia, cargado de connotaciones poéticas, puede intuirse algo más que un intachable ejercicio de prosa narrativa del profesor, escritor y reconocido crítico Miguel García-Posada (Sevilla, 1944). Puede intuirse a un autor emocionalmente comprometido con el motivo literario escogido, que no es otro que
hacer de la memoria materia suficiente para recomponer lo vivido desde la mirada de quien fue un niño de la burguesía media andaluza en la posguerra. Compromiso que, además, se hace extensible a la que podríamos considerar la crónica elegíaca en la que deviene el relato al buscar como excusa el modelo de la mujer que determinó su educación en los irrepetibles veranos en el pueblo, Fuentes (Sevilla). Era entonces un niño ajeno al "tema trágico" que siempre se eludía: las "cosas de la guerra", de las que "mejor no hablar", como insistían de manera sincopada los adultos. Un microcosmos que reproducía, de manera elíptica, la realidad de las desavenencias implícitas entre vencedores y vencidos.
El rótulo que acompaña al título, "Un viaje interior a través de los recuerdos" suma a estas intenciones el empuje de la invención: saldar, con este relato, una deuda contraída por el protagonista. En consecuencia lo que leemos es el testimonio narrado por "Rafael Bouzano" la tarde que viaja hacia el norte para asistir a un encuentro entre prestigiosos especialistas del derecho, mientras su mente vuela al sur, al entierro del que va a estar ausente: el de su tía Isabel Bouzano, la mujer que más quiso. Las razones de esa ausencia sólo las ampara la vanidad de verse "entre los mejores". Como desagravio a tal deslealtad compone este viaje interior. Acertado modo de saldar una deuda inexplicable.