Image: Miasma

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Novela

Miasma

Elisabeth S. Holding

3 septiembre, 2010 02:00

Cartel de Almas desnudas (1949)

Traducción de M. Temprano. Lumen. 200 pp., 17'90 euros


Existe el género policíaco, y a veces la literatura aprovecha sus hechuras para manifestarse. Pero eso no ocurre siempre, claro, ni siquiera entre las narraciones más eficaces: hay que alcanzar un alto grado de inutilidad para que quepa hablar de literatura. Si no se consigue, no pasa nada: muchos libros que no resultan artísticos sí son eficientes. Es un buen premio de consolación. Véase el caso de Elisabeth Sanxay Holding (Nueva York, 1889-1955): sus novelas de suspense le hicieron ganar dinero divirtiendo a la gente en épocas difíciles; hoy, leerlas es como conducir un Packard del 37. Sabemos que su tecnología ha sido superada, pero cuando el motor arranca nos sentimos niños desconcertados. Y eso es, naturalmente, bueno.

Entre el crack del 29 y la dura posguerra, Holding escribió para el lector medio de los Estados Unidos, que vestía en su mayoría corbata y americana. Tanta pulcritud imprime carácter: la buena clase media aceptaba democráticamente debatir casi cualquier tema, siempre que fuera tratado con moderación y espíritu constructivo. Como Holding tenía una legítima voluntad comercial, leerla es lidiar con una fiera domesticada por ese público. Si el lector salva esta limitación, queda otra: los momentos de astracanada. Ojo, a mí me parecen deliciosos: evidentes pistas falsas; personajes irrumpiendo teatralmente en escena para explicar su papel en la trama oculta (ya saben, "en efecto, querida, yo lo maté", etc.); golpes de efecto folletinesco… Lo reconozco: cuando leo a una dama del misterio de los años 40, deseo encontrar estos recursos. Todo ello aporta autenticidad al producto, y es tan necesario como los ancianos con boina en las rutas de turismo rural. Sin embargo, no dejan de ser trucos anticuados. En fin, no logro percibir en los libros de Holding la suficiente ambición como para defender que superó las convenciones del género.

Y después de tanto palo, confieso que siento simpatía por ella. Sucede simplemente que quiero prevenir al lector: su obra ofrece lo que ofrece, ni más ni menos. Una vez advertidos, podemos pasarlo muy bien con las novelas que va rescatando Lumen. Yo las descubrí hace poco, a causa de Max Ophüls: al revisarla en DVD, su muy tenebrosa Almas desnudas me entregó algunos encuadres ominosos y un James Mason más frágil que retorcido. Poco después, topé en una librería con La pared vacía, la novela de Holding en que se basaba aquella película. Luego leí Nido de arañas, que me parece la mejor de las tres que se han traducido: en ella, me desasosegó la imposibilidad de determinar qué era cierto, qué verdad, y qué chaladura.

Miasma mantiene ese nivel. Armada de su prosa cinematográfica (la chimenea de la biblioteca propicia alguna imagen digna de Tourneur), Elisabeth Sanxay Holding es una narradora de ritmo impecable; en este sentido, ni acomete virguerías ni comete un solo error. El planteamiento argumental es el siguiente: el joven médico Alex Dennison abre una consulta privada en el pequeño pueblo de Shayne. Sin embargo, pasa el tiempo y ningún paciente le requiere. Entonces, el veterano doctor Leatherby le ofrece colaborar con él. Acuciado por su compromiso matrimonial, el protagonista accede y se traslada a vivir a la hermosa casa de Leatherby. La enfermera, el primer día, le dice que hará bien en marcharse. Y a partir de ahí, empieza el carrusel de situaciones extrañas que con tanto descaro maneja Holding.

Nuestra autora no demuestra verdadero instinto artístico o, mejor dicho, no lo cabalga hasta las últimas consecuencias. Pero sí tiene talento e inteligencia. Por tener, tiene incluso temas recurrentes, a saber: el conflicto entre el bien público y el privado; lo que se oculta tras la vida ordenada de la clase media americana; o el dilema acerca de la verdad y la dificultad de establecerla. Holding dibuja unos personajes cuya psicología mantiene relaciones muy turbulentas con la realidad. En Miasma, el protagonista no es simpático porque prefiere la dignidad del "inflexible punto de vista calvinista". Por eso es interesante que, en varios momentos, ese rigor se tambalee: el problema para Dennison no es ya cómo establecer la verdad, sino también cuánta verdad está dispuesto a afrontar con todas sus consecuencias. Esta zona de penumbra que habitan sus mejores criaturas justifica que algunos atribuyan importancia y magisterio a Holding; aunque lo comprendo, creo que, aplicando una contabilidad imaginaria, el 70 por ciento de lo que incluye Miasma está domesticado. El 30 restante permite que al entretenimiento se añadan puntuales deslumbramientos. Pero no hinchemos el saldo que arroja su lectura.