Image: Union Atlantic

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Novela

Union Atlantic

Adam Haslett

14 enero, 2011 01:00

Adam Haslett. Foto: David Sandison

Traducción de Ismael Attrache. Salamandra. Barcelona, 2010. 316 páginas, 22 euros


Que los envidiosos envidien" (p. 23) era el único criterio de Dough Fanning, un tiburón de las finanzas, para diseñar su nueva casa; y también que se construyera en el selecto Finden, a las afueras de Boston, donde en otro tiempo su madre trabajaba limpiando casas de millonarios. Y pudo cumplir su deseo, aunque no contaba con la oposición de su vecina, la excéntrica anciana de rancio abolengo Charlotte Graves, cuyo abuelo donó al municipio el terreno en el que Dough ha construido su mansión. El hilo conductor del argumento de Union Atlanticlo constituye la lucha de la obstinada Charlotte, que en otro tiempo fue expulsada del instituto donde enseñaba historia "por describir el mundo tal y como era" (p. 36) contra su nuevo vecino.

Pero este es únicamente el motor de la acción, el verdadero asunto tiene que ver con la corrupción del sistema bancario y la filosofía social americana del "todo vale" que ha conducido al mundo a la actual situación de crisis. De hecho, la crítica norteamericana, que lo ha elegido como uno de los mejores libros del año, ha destacado que el mayor acierto y principal error de esta primera novela es tratar del abismo que muchos bancos han abierto en todo el mundo.

La acción comienza en plena guerra del golfo, en 1988, cuando las tropas estadounidenses confunden un avión comercial iraní con uno de guerra y lo derriban; Dough Fanning, consciente del error no hizo nada por evitarlo. Pero lejos de ser sancionado es condecorado y esos principios serán sus mandamientos cuando comienza a trabajar en el Union Pacific, un banco de medio pelo que en ese momento, a comienzos de este siglo, se convertirá en uno de los más poderosos gracias a las artimañas financieras de Dough. Los paralelismos de Dough con Sherman McCoy, el protagonista de La hoguera de las vanidades, e incluso en los respectivos argumentos de ambas novelas resultan obvios.

Pero si de comparaciones se trata el referente sería en realidad la inmortal El gran Gatsby de Scott Fitzgerald, tanto por el ambiente que recrea, la estructura forjada en torno a la relación de dos vecinos, o la singularidad del protagonista, un triunfador social hecho a sí mismo que ha utilizado medios más que dudosos para alcanzar su actual estatus. Eso sí, convenientemente actualizada con temas como la preocupación por la ecología o la reciente crisis bancaria.

Además de Dough y Charlotte, hay otros dos personajes importantes en la acción. Por una parte Henry Graves, hermano de Charlotte, y director de la Reserva Federal de Nueva York, quien tendrá que intervenir cuando se descubran las consecuencias económicas que puede acarrear la bancarrota del Union Pacific. Y Nate Fuller,un mediocre estudiante que acude a tomar clases particulares al domicilio de Charlotte, y que entablará una compleja relación homosexual de tintes masoquistas con Dough.

En esta primera novela de Adam Haslett (Rye, N.Y., 1970) -autor también del libro de relatos Aquí no eres un extraño- el lector se encuentra forzado a juzgar las acciones de los protagonistas. A primera vista resultan personajes predecibles, pues cada uno actúa y evoluciona según lo que se espera de él. Sin embargo, una lectura más sosegada deja al descubierto la complejidad de todos ellos. La singular relación de Dough y Nate parece regirse por el interés de Dough en que Nate le proporcione información sobre Charlotte, y de igual forma que es un depravado social también lo es sexual; sin embargo las implicaciones son mucho más profundas pues al penetrar al joven lo que pretende es "Follarse la debilidad, aplastarla." (p. 266). Idéntica valoración podríamos formular respecto al excentricismo de Charlotte discutiendo -en el sentido literal- con sus perros, quienes actúan como su conciencia.

Los perros alcanzan de esta forma la categoría de personajes, y esta pretendida fabulación resulta divertida. Un divertimento, de nuevo, mucho más complejo de lo que puede parecer a primera vista, pues el puritano Cotton Mather habla por la boca del mastín y el doberman en nombre de Malcolm X. Tal vez le sobren a la novela algunas superficiales e intrascendentes apreciaciones económicas que apenas si empañan el potencial valor de este nuevo inquilino en la nómina de novelistas norteamericanos.