Image: El año de la liebre

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Novela

El año de la liebre

Arto Paasilinna

22 diciembre, 2011 01:00

Arto Paasilinna. Foto: Esther Berelowitsch

Trad. de U. Ojanen y J. C. Suñén. Anagrama. Barcelona, 2011. 162 páginas, 16'90 euros

El humor no es una simple ocurrencia, sino una forma de interpretar el mundo, que combina la ferocidad y la indulgencia. Más cerca de la comedia que de la sátira, Arto Paasilinna (Kittilä, Finlandia, 1942) ha conseguido elaborar una literatura donde la ironía se manifiesta sin grandilo- cuencia y los acontecimientos se encadenan con asombrosa fluidez. El molinero aullador, Delicioso suicidio en grupo o El bosque de los zorros son novelas que conciertan el ingenio, la aventura, la introspección psicológica y una filosofía de tono menor, que especula sobre la muerte, la infelicidad o el medio ambiente. El año de la liebre reúne las mejores cualidades de un estilo que cuestiona nuestro modo de vida, sin incurrir en el sermón moralizante. Kaarlo Vatanen es un periodista de mediana edad que viaja por la Finlandia rural para realizar un encargo de sus jefes. Desgraciado en su matrimonio y poco implicado en su trabajo, ya no espera nada, salvo una rutina sin conflictos. La edad no le ha aportado sabiduría, sino escepticismo. Las expectativas de una remota juventud no han superado la colisión con la realidad y yacen en el camino como un doloroso recuerdo. Le acompaña, al volante, un fotógrafo con la misma carga de frustración. El inesperado atropello de una liebre alterará sus planes.

Vatanen decide socorrerla, internándose en el bosque e ignorando las llamadas de su malhumorado colega, que se cansa de esperarle y le abandona sin preocuparse de su suerte. El desamparo de la liebre ha despertado en el periodista algo parecido a una rebeldía sin propósito. A partir de ese momento, inicia una peripecia que evoca los viajes iniciáticos. Ha cambiado de escenario. Ya no es un transeúnte en una gran ciudad, sino un paseante sin rumbo. La liebre se repone poco a poco y se convierte en una compañía más estimulante que su esposa o sus antiguos compañeros del periódico. Es un animal sencillo, tímido, levemente afectuoso y con una simpatía espontánea que contrasta con el artificio de los seres humanos, tan cautelosos al expresar sus emociones. Paasilinna no pretende componer una fábula con moraleja, sino acentuar la estupidez de nuestra especie, incapaz de habitar el planeta sin destruirlo. La sensibilidad ecológica y el respeto a la vida, incluso en sus formas más insignificantes, impregnan cada página, insinuando que nuestra conciencia racional nos compromete con la eliminación del sufrimiento innecesario. Vatanen luchará contra una ciénaga para evitar que se hunda en el barro una vaca. No se trata de una hazaña, sino de un gesto de responsabilidad. Ser hombre significa asumir el cuidado de todo lo que existe, particularmente de las criaturas más vulnerables, cuya irracionalidad no les exime de la angustia, el miedo o la desesperación.

El ecologismo de Vatanen está lejos del animalismo de hoy. De hecho, se compra un rifle con mira telescópica, participa en una esperpéntica cacería y se alimenta de carne, sin plantearse la posibilidad de una dieta vegetariana. Sin embargo, su amistad con la liebre no es una simple extravagancia. Se jugará la vida por salvarla de unos cazadores brutales y su jauría de perros y urdirá toda clase de artimañas para conservarla a su lado. El hombre no puede modificar su condición de omnívoro, pero no debe romper el equilibrio natural, actuando como un depredador irracional. El año de la liebre es una novela deliciosa, que se digiere con una engañosa facilidad. Puede leerse como una aventura hilarante, pero no es necesario esforzarse demasiado para advertir una profunda tristeza de estirpe cervantina. La "maternal ternura" de Vatanen con la liebre muestra que no hay límites para "la comunión humana". Su "grandeza" reside en su pasión por la libertad, que se despliega sin inquietarse por la incomprensión ajena. Acosado, repudiado, escarnecido, se manten- drá fiel a su tardío inconformismo. No sabe hacia dónde se dirige, pero tiene muy claro que no quiere seguir la ruta transitada por la mayoría. No es un poeta ni un filósofo. Sólo es un hombre que viaja con una liebre y al que no le inquieta parecer un idiota o un loco, pues ha descubierto que la verdadera locura consiste en vivir como los demás.