La pasión de Tom
No deja de ser asombroso asistir a cómo la sociedad actual hipermediática encumbra y destruye a sus ídolos. Hace seis años, Tom Cruise se puso a dar saltitos en el sofá del programa de Oprah Winfrey y desde entonces todo han sido malas noticias para el astro. Poco después, la tercera parte de Misión Imposible fracasaba en la taquilla y quien fuera una vez el actor más famoso del mundo pasó a convertirse, casi, en un apestado. Comenzaba entonces para Cruise una travesía en el desierto en la que debía aprender, quizá sobre todo, que esa actitud suya de estar siempre contento y un tanto pasado de vueltas, había dejado de tener sentido, Tom, sencillamente, había dejado de tener ese toque mágico y sus líos con la Cienciología, los rumores sobre su sexualidad y, durante bastante tiempo, su suicida empeño en no darse cuenta de que ya no podía comportarse como si tuviera 20 años casi hunden a la superestrella en ese nutrido grupo de héroes caídos.
Han tenido que pasar seis años para que, por fin, parezca que el público olvide los tropiezos del actor. Seis años durante los que Tom ha enlazado papeles menores (Leones por corderos, Tropic Thunder) y se ha comido los seudofracasos de sendas películas destinadas a auparle de nuevo: Valkiria y Noche y día, una comedia de acción que mereció mejor suerte de la que tuvo y fue uno de los bluffs comerciales de 2010. Quienes suponían que Cruise jamás volvería a reinar olvidaron un dato importante, de la misma manera que el público hunde a quien una vez amó, tampoco hay nada que le guste tanto como rehabilitar a sus antiguos ídolos, una vez infligido el castigo que creían oportuno. Y así es como Misión Imposible 4, Protocolo Fantasma, alcanzó el pasado fin de semana el número uno de la taquilla mundial en medio de críticas entusiastas. Tom, definitivamente, lo ha vuelto a hacer.
Esta nueva secuela de Misión Imposible no es la mejor de una saga que ha deparado grandes títulos. Se parece a la primera, dirigida por Brian de Palma, en su voluntad de ser "realista" (con todos los peros que se quieran a una película de estas características) y a la tercera (de JJ Abrams, aquí productor) en su voluntad de profundizar en los sentimientos de Cruise, en un vago intento de dotar al personaje de más matices al margen de su asombrosa capacidad para hablar ruso como si fuera ruso, escapar de las situaciones más inverosímiles, conducir como Fernando Alonso, poseer una habilidad para la lucha digna del mejor luchador del mundo y un largo etcétera de virtudes que convierten a Ethan Hunt, nombre del personaje, sin duda en el hombre mejor preparado de la tierra para cualquier envite.
En esta ocasión es Brad Bird, director fogueado en la serie de los Simpson y en Pixar con Toy Story 3, el responsable. Bird aporta menos personalidad que sus predecesores (sumen a los mencionados a John Woo) pero resuelve el capítulo con una eficacia pasmosa y una evidente voluntad por mantenerse fiel a los clichés de la franquicia: ahí están esas emocionantes imágenes de Cruise haciendo alpinismo (en un edificio de Dubai) o las características cuentas atrás cuyo punto cero significan la destrucción del mundo. En suma, hay poco nuevo en Protocolo Fantasma pero las buenas noticias son que la película proporciona un espectáculo asombroso y brutal que deja al espectador, durante más de dos horas, clavado a la butaca preguntándose cuál será el siguiente truco que lo dejará con la boca abierta.
Mision Imposible 4 es una excelente muestra de lo mejor que Hollywood sabe o puede hacer, grandiosos artefactos explosivos que entretienen sin insultar a la inteligencia. Un refinado ejercicio de cine de acción que sirve tanto como climax del high tech y chute de adrenalina. Bienvenido Tom. A la hora de hacer blockbusters, sigue sin haber nadie mejor.