Image: Diario de un cuerpo

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Novela

Diario de un cuerpo

Daniel Pennac

20 julio, 2012 02:00

Daniel Pennac. Foto: Mondelo

Traducción de Manuel Serrat. Mondadori. Barcelona, 2012. 336 pp., 21'90 e. ebook: 13'90

Las cartas paulinas marcan el inicio de una tradición basada en el menosprecio del cuerpo. Daniel Pennac (Casablanca, 1944) se inscribe en la corriente opuesta, intentando dignificar la materia que nos constituye y determina nuestro destino. No es un filósofo de la plenitud corporal, como Nietzsche, sino un cronista de nuestras vicisitudes físicas, que se demora en las rutinas más penosas, como el vómito o la incontinencia. "Nadie sabe lo que puede un cuerpo", escribió Spinoza. Pennac pretende averiguarlo mediante el diario de un personaje público, un manuscrito inédito que saca a la luz póstumamente su hija Lison. Con este recurso literario, se neutraliza el tono confesional y autobiográfico para crear un texto de amplia resonancia, donde es posible reconocerse o distanciarse en las diferentes etapas del desarrollo humano. La identidad difusa del protagonista no impide una introspección minuciosa y un examen preciso de las reacciones emocionales.

Entre las primeras vivencias del cuerpo, destaca el miedo, un sentimiento doloroso asociado a una madre dominante y manipuladora, cuya pedagogía concierta el escarnio y la indiferencia. La impotencia que surge de esta situación se acentúa cuando el protagonista es abandonado en un bosque por sus compañeros scouts. Maniatado a un árbol, las pesadillas infantiles saturan una mente débil e insegura. Avergonzado por su incapacidad de controlar el miedo, se enfrenta a un espejo para escrutar su desnudez y desbrozar su identidad. Con el pecho hundido, la piel blanquísima, las imperfecciones se atenúan por una insólita transparencia, que permite contemplar las venas, los huesos, los músculos y que insinúa una notable vulnerabilidad. Desde muy temprano, la muerte se perfila como una analogía del sueño, una vivencia reparadora que implica el fin de toda vivencia. Los años transcurren y la historia del cuerpo se encadena como una sucesión de transformaciones: la primera eyaculación, la impaciencia de fundirse con otro cuerpo, los ritos de la seducción, la paternidad, el trabajo, la enfermedad, los hedores, los sabores, "las ilusiones olfativas", la podredumbre que acontece al final de la digestión, la humillación del espíritu ante una caries, los placeres de la vista, las delicias culinarias, el tedio que relaja el cuerpo y la ansiedad que lo desordena, las lágrimas, los pólipos, la extinción del deseo, la perspectiva de la nada, el silencio.

Daniel Pennac entiende que es imposible separar mente y cuerpo, materia y espíritu, sin falsificar o desfigurar nuestra naturaleza. El ser humano es un cuerpo, pero un cuerpo es mucho más que un simple organismo. Por eso, el cuerpo del hombre y el cuerpo de la mujer son divergentes y confluyentes. Novela, dietario, ensayo, Diario de un cuerpo rehúye los géneros literarios y se permite rescatar los juegos de las vanguardias históricas. La muerte de Violette ocupa casi dos páginas, pero sólo es una frase ("Violette ha muerto"), que se repite sin variaciones, combinando el estupor y el espanto gracias a una simple redundancia. Pennac ha realizado un brillante ejercicio de comprensión y análisis, que nos revela una vez más el poder de la literatura para adentrarse en el misterio y esclarecer parcialmente su urdimbre. Somos "hijos de nuestro cuerpo". Es una certeza inapelable, pero saberlo no nos hace más felices. Vivimos para el olvido y la literatura sólo retrasa nuestro encuentro con el no ser.