Una vacante imprevista
J. K. Rowling
4 enero, 2013 01:00J. K. Rowling. Blohogwarts.com
Una vacante imprevista relata los conflictos que surgen en una pequeña localidad inglesa cuando se plantea la necesidad de cubrir una plaza en el consejo parroquial. La súbita muerte de Barry Fairbrother desata una sórdida lucha entre todos los estamentos del idílico pueblo, con su abadía y sus prósperas viviendas de clase media. Nada es lo que parece. Las amistades son ficticias, los matrimonios se ahogan entre el resentimiento y el tedio, los padres y los hijos se prodigan una mezcla de hostilidad e indiferencia, las escuelas son avisperos donde se maltrata con ferocidad al más débil, la convivencia entre diferentes comunidades raciales está lastrada por el odio y la intolerancia. Una disputa trivial sobre un cargo irrelevante sacará todo a la luz, disipando un engaño colectivo.
El planteamiento no es deleznable, pero la novela discurre entre tópicos y lugares comunes, añadiendo las dosis aceptables de erotismo, desgarro y psicología de un bestseller orientado a un público infantilizado y conformista. La prosa es plana y banal y los personajes sólo son esbozos sin consistencia ni credibilidad. El conjunto resulta difuso y decepcionante.
Cierto moralismo de fondo sólo contribuye a incrementar el enfado del lector que ama la verdadera literatura. Algunos dirán que me mueven prejuicios académicos y que la posteridad hará justicia con Rowling, citando casos como el de Dashiell Hammett, pero creo que no será así, pues Una vacante imprevista posee el mismo mérito artístico que las novelitas de Barbara Cartland, Danielle Steel o Lucía Etxebarría.
En sólo diez días, algo más de cuatrocientos lectores enviaron cartas de protesta a The Wall Street Journal, insultando a Harold Bloom por el artículo que había publicado sobre Harry Potter. Me gustaría que me sucediera algo parecido, pero mi escepticismo me advierte que no me haga ilusiones. Rowling es un océano, por utilizar la expresión de Bloom, y esta nota tal vez se utilice para alfombrar la jaula de un canario. Siempre quedará el consuelo de refugiarse en los clásicos, tan reverenciados como poco leídos.