Image: El testigo invisible

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Novela

El testigo invisible

Carmen Posadas

22 marzo, 2013 01:00

Carmen Posadas. Foto: Begoña Rivas

Planeta. Barcelona, 2013. 464 pp, 21 e. Ebook: 10'99 e.


¿Qué hay de nuevo cuando Carmen Posadas reaparece con un nuevo título? Pues, por un lado, la lealtad de sus lectores y por otro, actitudes reticentes... y frente a ellas, el reto de mantener un estilo accesible y la disparidad temática y argumental de acciones que se hacen con muchas miradas. Quienes esto consideran encontrarán en El testigo invisible uno de los mejores trabajos de la autora; y quienes no se cuenten entre sus lectores hallarán en la sustancia novelesca un interesante motivo para perderse en una ficción que convierte los últimos años de la Rusia zarista en el significado y el sentido de esta novela.

Pero no es ese el primer plano de la historia; ni siquiera lo es la idea de contar la guerra con la precisión de un relato histórico en el que conviven personajes reales e inventados. Sí lo es hacer que un criado, en nombre de quienes ocupan una posición "invisible" frente a quienes sirven, relate, desde su vejez, lo vivido al lado del zar Nicolás II, la zarina y sus cinco hijos. Esa perspectiva pertenece a la tradición literaria más clásica, y es la gran aportación de la autora, quien, rigurosamente documentada, enfoca la Historia mayúscula desde la mirada de un niño de diez años que entra a trabajar como deshollinador en palacio y se convierte en testigo excepcional de los últimos años del imperio del zar (1912 a 1918) y, en consecuencia, de los dos episodios más intensamente narrados, por encarnar el pulso de su relato y justificarlo, porque la débil intriga que lo impulsa dirige la mirada del lector hacia ellos: el asesinato del visionario y libertino Rasputín, y la sangrienta matanza de la familia Romanov, tras un viaje clandestino por el corazón de Siberia, cuando ya la revolución bolchevique había hecho cambiar mucho la relación entre amos criados, aunque nunca llegó a desposeer a estos de su condición de invisibles.

Por eso Leonid tiene tanto que contar, y lo hace a modo de una gran confesión: a punto de cumplir 91 años en una clínica de Montevideo, donde fue a parar tras abandonar su lugar en la escena con la que culmina su historia. Su punto de vista es determinante. Y no lo es menos la metáfora con la que planea el eje argumental a partir de unas palabras de Rasputín a Nicolás II: una tragedia replicará a la otra, "como los círculos concéntricos que produce una piedra al caer en las aguas". De igual modo, lo que leemos es el dramático final de los Romanov enmarcando una historia de aprendizaje que, a su vez, encierra una historia de amor que, a su vez, encubre la vida doméstica de criados y señores. Todo envuelto en un despliegue escénico ¡fastuoso!