Cevdet Bey e hijos
Orhan Pamuk
15 noviembre, 2013 01:00Orhan Pamuk. Foto: Antonio Moreno
Max Estrella, hiperbólico e incorrecto, sostenía que los males de España sólo se resolverían con una guillotina eléctrica en la Puerta del Sol. Nusret, un médico turco que anhela la modernización de su país, también sueña con la justicia revolucionaria. En su opinión, la Turquía de 1909 no saldrá del atraso y el despotismo sin que rueden cabezas. Ante el espanto de su hermano Cevdet Bey, un pacífico comerciante, vocifera: "¡Funcionarán como máquinas un día tras otro! Correrá a mares la sangre de los sultanes, de su familia, de los príncipes, de los bajás y de todos los nobles". Orhan Pamuk (Estambul, 1952), premio Nobel 2006, aborda en su primera novela los cambios experimentados por Turquía entre 1909 y la década de los 70, escogiendo como forma narrativa una ambiciosa novela inspirada en los grandes relatos decimonónicos. Aunque su modelo reconocido es Los Bunddenbrook (1901), la famosa obra de Thomas Mann, podría afirmarse que Cevdet Bey e hijos (1982) repite la fórmula de la mayoría de los escritores del XIX, cuando se creía en la capacidad de la novela para absorber y totalizar la realidad, urdiendo una historia que reprodujera fielmente una época. Pamuk ha renegado de esta primera novela, que se traduce ahora al español, pero yo aprecio en ella las mismas virtudes que me deslumbraron en La casa del silencio (1983), su segundo título. Es cierto que en La casa del silencio se nota la madurez de un autor que ha depurado su estilo, pero en ambos textos se advierte una notable maestría en la composición de la trama y los personajes.La familia de Cevdet Bey reúne todas las tensiones y problemas de la vieja y la nueva Turquía. Cevdet no cuestiona las tradiciones, pero cree que puede ser un buen musulmán, sin renunciar a sus ambiciones comerciales. Su ferretería le augura un brillante porvenir y su matrimonio con Nigân, la hija de un bajá, le introducirá en los círculos más exclusivos. Sus preocupaciones mundanas contrastan con los ideales de Nusret, que se identifica con los Jóvenes Turcos y aboga por una república laica y radical: "Aquí a todos se les educa para ser esclavos, para inclinar la cabeza, para fundirse en la comunidad, para tener miedo". Cevdet no se desvía de sus objetivos, convirtiéndose en un rico empresario, pero eso no evitará que sus hijos reproduzcan el conflicto que le alejó de su hermano. Osman hereda la mentalidad de su padre y sólo se preocupa por el negocio familiar, pero Refik experimenta las mismas inquietudes que su tío. Sin embargo, sus deseos de una Turquía democrática y moderna no están asociados al radicalismo. No cree que la Ilustración de un pueblo pueda conseguirse con violencia. Nadie puede ser obligado a ser libre. Sus objeciones sólo despiertan el desprecio de Muhittin, un amigo de la universidad, que después de una breve carrera como poeta decadente, desemboca en un nacionalismo radical. Refik no cree que el individualismo sea un pecado, sino un gesto de libertad y no está dispuesto a disolver su yo en un ideal comunitario. Su hijo, Amhet, que se dedicará a la pintura, conservará ese talante moderado y reformista. Separados por la prematura muerte de Refik, unos diarios les ayudarán a conocerse y a compartir una firme convicción: el precio de la utopía no puede ser un baño de sangre.
Pamuk menciona la muerte de Atatürk y el golpe de estado de 1971, preparando el escenario para su segunda novela, donde la lucha entre el nacionalismo paramilitar de Lobos Grises y el comunismo alumbrará una "década de plomo". Aunque más tarde denunciará el genocidio armenio y la feroz represión contra los kurdos, lo cual le costó un proceso judicial y el odio de la extrema derecha, no toca estas cuestiones en su debut literario. Sin embargo, la obra ofrece una excelente visión panorámica de un país que actúa como bisagra entre Oriente y Occidente.
Se ha dicho que Cevdet Bey e hijos es una novela menor, con personajes insípidos, pero me parece injusto. Nigân, la matriarca del clan, es un personaje inolvidable, que introduce la perspectiva del tiempo perdido, de los hechos que pertenecen a un pasado irrecuperable e inevitablemente deformado por la memoria. Pamuk reveló un gran talento narrativo desde el primer momento y su visión de Turquía, lejos de estereotipos, nos muestra la esencia de un país que ha forjado su identidad, combinando tradición y modernidad. Su historia convulsa y violenta es el reflejo de esa paradoja.