Ecuatoria
Patrick Deville
15 mayo, 2015 02:00Patrick Deville
Ingleses, franceses y alemanes, resolvieron en el siglo XIX europeizar el mundo, comentaba en una entrevista el novelista francés Patrick Deville (1957), y para realizar esa magna obra civilizadora utilizaron aventureros y misionarios. Los españoles hicimos algo semejante en América tres siglos antes. El relato del encuentro de esos descubridores con gentes del continente africano, en lugares desconocidos para el colonizador occidental, donde la naturaleza ofrece una cara distinta, permitirá a los escritores representar una realidad inédita. El protagonista de Ecuatoria, un explorador llamado Savignon Brazza, atravesará África descubriendo la riqueza de ese mundo, y cuando los políticos europeos reciban sus informes vislumbrarán las oportunidades de explotar a sus gentes y los tesoros vírgenes. La tarea del aventurero se asemejará paradójicamente a las de los guerrilleros que lucharon para defenderse de quienes venían a expoliarlos, como el angolano Jonas Savimbi, que guerreó contra los portugueses. Ambos, Brazza y Savimbi, "tienen en común su larga marcha a través de la jungla africana. También tienen en común haberse extraviado en la Historia y haber sido vencidos" (pág. 120).Ecuatoria sigue el patrón de El corazón de las tinieblas (1899), de Joseph Conrad. Busca asimismo relatar la fragilidad del ser humano, quien en un instante puede convertirse en tu enemigo jurado, si el interés lo domina. Incluso el narrador de la obra es anónimo y el relato viene organizado en torno a una travesía fluvial por el río Congo. Además, como en Conrad, la realidad parece nacer de una invención, pero se inspira en África, cuyos olores, el color del cielo, sus vastas selvas e inacabables ríos, diseñados en unas formas novelísticas inolvidables, ponen un escenario inolvidable. La influencia de Conrad, que llegó al cine, en Apocalypse Now (1979), se extiende hasta la famosa serie televisiva, The Wire (2003-2004), sobre los enfrentamientos raciales en la ciudad de Baltimore, donde uno sus ‘héroes' se llama también Marlo, como el Marlow de Conrad.
Deville, autor de la premiada Peste & Colera (2012), redactó tres años antes la joya que hoy reseñamos. Relata las incidencias de un viaje desde las islas de Santo Tomé y Príncipe, el país más pequeño de África y una excolonia portuguesa situada en el Atlántico, hasta Tanzania en el océano Índico, pasando por Gabón, el Congo y Uganda. Es decir, un viaje por el ecuador, el corazón, de África. El narrador relata la marcha del mencionado descubridor Savignon Brazza, un explorador franco-italiano del siglo XIX financiado por el gobierno francés, entreverada con los sucesos del presente, el momento en que un siglo después sus cenizas son trasladadas desde Argelia, donde murió, a Brazzaville, la capital de la República del Congo. Allí un mausoleo acogerá sus cenizas y las su mujer y cuatro hijos. Brazzaville está situada a la orilla derecha del río Congo, mientras al otro lado se sitúa Kinsasa, la capital d la República Democrática del Congo.
La forma de esta novela recuerda las mejores narraciones modernas, donde el lector aprende no sólo de la historia contada, el viaje de Brazza por el Congo, sino la forma en que se relata. Tirano Banderas (1926) de Valle-Inclán es nuestro mejor ejemplo. El relato compuesto de trozos narrativos asemejaba un mosaico, una tesela, donde conviven el presente con el pasado, el ochocientos, y en ese espacio se encuentran los personajes o guías de la historia, los célebres aventureros, como Livingstone o Stanley, con los personajes famosos que vivieron en África, Albert Schweitzer, el mencionado Conrad, o Ché Guevara, que también combatió en el Congo, y el narrador que lo cuenta todo en el siglo XXI. Así Deville trata de socavar la historia oficial, la de los colonizadores, y ofrecernos una visión más compleja del continente africano.
El libro describe un sentido de la heroicidad nuevo, distinto al de los puros conquistadores. Aquí, los héroes de verdad llegan a serlo por su tenacidad en alcanzar una meta, la entrega a una causa, sea el atravesar una selva inmensa, que nos traga por meses en su espesura, o defenderla del espolio de los advenedizos. Los héroes, aunque no logren la gloria, siempre alcanzan su destino.