Detrás del muro
Roberto Ampuero
24 julio, 2015 02:00Roberto Ampuero. Foto: Emilio Kopaitic
Roberto Ampuero (Valparaíso, Chile, 1953) ya había publicado un volumen de memorias relatando su experiencia con el comunismo cubano en el libro Mis años verde olivo; Detrás del muro supone la constitución de un díptico en clave personal y generacional sobre el tema, aunque esta vez la escritura apunta en dirección europea: como otros muchos chilenos represaliados o perseguidos por el pinochetismo de primera hora, en 1974 el escritor se refugia en la República Democrática Alemana. Tiene veinte años, orígenes burgueses y militancia comunista; se opone firmemente a la dictadura militar y está convencido de creer en la ortodoxia marxista. Sin embargo, desde el primer momento en que contempla el muro que separa al socialismo de las democracias occidentales, la duda se instala en él: ¿puede un estado-prisión ser una herramienta para la liberación de nadie? A partir de ahí, habrá vacilaciones, dudas, pactos con la realidad, miedo, y finalmente decisiones que le permitan recorrer el camino que lleva del dogma militante al escepticismo, y finalmente a las posturas del liberalismo. Esta historia, que ocupa fundamentalmente la década de los veinte años en la vida del narrador, es el tema de Detrás del muro.El narrador rememora, y lo hace alquilando hoy un apartamento que en los setenta fue de su amante: un traslado físico es el correlato de otro en el tiempo, el espacio estimula la memoria. Y para convocar esa memoria, la escritura de Roberto Ampuero es ágil, animosa, no particularmente deslumbrante (el uso del verbo "devenir" resulta a ratos un tanto abusivo), pero eficaz. Tal vez demasiado: formalmente más lúdica que inquisitiva, esa prosa se asoma a veces al didactismo: en capítulos como el 58, el libro abandona su naturaleza memorialista y narrativa para introducirse, no tanto en el terreno del ensayo como de la divulgación de una historia, la del auge y caída del socialismo real, que ya se ha abordado con la misma claridad en el juicio pero mayor sofisticación literaria (desde dentro, Eugen Ruge es un ejemplo reciente).
Tal vez la media distancia desde la que puede mirar el narrador le reste densidad, de modo que en última instancia el texto es más valioso como crónica de cierta cultura política latinoamericana que como disección de la RDA. El aspecto más polémico del libro tiene que ver con su lectura de la caída de Allende.
Detrás del muro obtiene buenos resultados al resaltar mediante estrategias más plásticas los hilos que unen a todos los totalitarismos (esa finca que perteneció a Goebbels y luego albergó una universidad marxista), y se vuelve menos sugestiva en el discurso histórico explícito. El retrato del sexo y de la mujer está lastrado por el cliché ("una diosa rubia y curvilínea, con aire a lo Pamela Anderson", por ejemplo). Literariamente, el libro se juega el éxito en lo que el narrador bautiza como "memoginación, esa fusión entre la realidad y la ficción": como memoria, sus diálogos y su tono resultan artificiosos; como ficción, algo acomodados. El tema es imperativo y su lectura muy ágil, pero en conjunto el libro se mueve en un rango tan correcto como menor.