Image: Francamente, Frank

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Novela

Francamente, Frank

Richard Ford

4 diciembre, 2015 01:00

Richard Ford. Foto: Santi Cogolludo

Traducción de Benito Gómez Ibáñez. Anagrama. Barcelona, 2015. 232 páginas, 18'90€

Frank Bascombe es uno de esos personajes que poco a poco usurpan la voz del autor, creando la ficción de una ilusoria autonomía. Richard Ford (Jackson, Mississippi, 1944) le convirtió en el protagonista de su célebre trilogía (El periodista deportivo, El Día de la Independencia y Acción de Gracias), una de las mejores crónicas de la sociedad norteamericana de hoy. Francamente, Frank prolonga esta visión en una novela dividida en cuatro historias. El timbre de Frank es inconfundible: humor agrio y desencantado, áspera lucidez y una conciencia implacable de sus propias debilidades.

Frank es un hombre corriente que se ha ganado la vida vendiendo casas. Con vocación de escritor, sólo ha conseguido publicar una obra y no se hace muchas ilusiones sobre su talento. Su primera mujer, Ann, le abandonó y su hijo Ralph murió de niño. Está casado con Sally, una nicaragüense que se está formando como "consejera espiritual". Sus preocupaciones humanitarias se han acentuado con el huracán Sandy, que ha barrido New Jersey, dejando a infinidad de familias sin techo y, en no pocos casos, con graves heridas en el alma y el cuerpo.

Frank se ha jubilado y contempla el mundo con curiosidad y escepticismo. En la primera historia, pasea por la zona devastada con Arnie, uno de sus antiguos clientes. Le vendió una casa en primera línea de playa, pero ya sólo quedan los cimientos. Frank sabe que Estados Unidos, con el pretexto de la libertad y la democracia, no deja de invadir naciones, enviando a sus jóvenes soldados, que vuelven del campo de batalla destrozados. Muchos se suicidan, pues son incapaces de olvidar o pensar en un futuro. Estados Unidos es la nueva Roma. No es ni mejor ni peor que otros imperios. Perder una casa no es una catástrofe material, sino moral, pues significa extraviarse en el desarraigo.

En la segunda historia, Charlotte Pines, una afroamericana que trabaja como profesora de historia, visita a Frank y le pide recorrer su vivienda. En otro tiempo, vivió entre sus paredes. No siente nostalgia, sino estupor, pues la casa fue el escenario de la tragedia que ha marcado su vida. En la tercera y cuarta historia, Frank acude al lecho de dos enfermos que se aproximan al fin a distinto ritmo. Ann, su ex mujer, padece Parkinson, y Eddie, un viejo amigo, se halla en fase terminal por culpa de un cáncer de páncreas. Richard Ford reflexiona sobre la muerte y la vejez, sin desprenderse de su ironía: la vida es una mala novela, una historia sin acabar, la generación del 45 viaja hacia la nada en "el tren de la gran cagada", la amistad casi siempre es un malentendido, los escritores no tienen gran cosa que decir, pero convierten su insignificancia en un destino.

Francamente, Frank es una novela deliciosa y, al mismo tiempo, alta literatura, con una prosa llena de hallazgos formales y un estilo flaubertiano, que describe minuciosamente el entorno, captando la misteriosa vida de los objetos. Inmune al patriotismo superficial, Ford apunta que Estados Unidos exporta infelicidad. Sin embargo, es demasiado inteligente para sucumbir por completo al pesimismo. A pesar de todo, vivir es algo asombroso. El mundo se justifica por la brisa del mar, una mañana de sol o unas buenas palabras. O por una mente como la de Frank, que relata su peripecia sin rencor ni esperanza. La vida es ir restando, pero mientras el tiempo hace su trabajo, lo mejor es refugiarse en "el Yo por Defecto", ya que un ego pequeño y discreto es la mejor maleta para transitar por un mundo que sólo se salvará mediante la belleza.

@Rafael_Narbona