Noche es el día
Peter Stamm
14 octubre, 2016 02:00Peter Stamm. Erwin Elsen
Se dice que el rostro es el reflejo del alma, pero a veces el alma necesita desprenderse del rostro para conocerse a sí misma. Es lo que le sucede a Gillian, la protagonista de Noche es el día, una atractiva presentadora de televisión que sufre un accidente de automóvil y necesita recurrir a la cirugía estética para recomponer sus facciones. Aunque las intervenciones logran borrar las huellas más visibles del siniestro, el rostro cambia de aspecto, afectando a su identidad.Gillian modifica su estilo de vida, huyendo del trauma sufrido. No tarda en descubrir que hasta entonces se había dejado llevar por los acontecimientos, sin tener muy claro qué deseaba realmente. Estaba casada, pero no había amor en su matrimonio. Su trabajo le proporcionaba dinero y fama, pero le producía hastío y frustración. Era una mujer deseada, pero apenas conocía su cuerpo. Una sesión de fotos con Hubert, un pintor de desnudos, desencadenará una serie de conflictos que adquirirán una dimensión trágica con el accidente. Al salir del hospital, experimentará un desolador vacío interior. Ha perdido casi todo y no lo lamenta, lo cual demuestra que su existencia se sostenía sobre mentiras y falsedades, pues de otro modo no había sido tan sencillo destruirlo todo.
Peter Stamm (Weinfelden, Suiza, 1963) utiliza una vez más su prosa limpia y precisa para explorar el interior del ser humano en una época que desconoce las certezas y contempla el porvenir con escepticismo. Sin caer en la desesperación nihilista, esboza una visión bastante pesimista sobre los afectos. Gillian no vive una vida real, sino un decorado habitado por extraños. Sus seres queridos apenas se comunican con ella y ella no muestra ningún interés en conocerlos mejor. Su rostro sólo es una máscara maquillada que deambula por las ondas, casi un fantasma o, lo que es peor, un autómata. Su cuerpo esbelto y seductor sólo es un reclamo que le facilita intimidad sexual, pero que la mantiene recluida en un narcisismo apenas consciente. Cuando se deja fotografiar desnuda, no siente que es materia artística, sino una simple mercancía. Stamm es un fino psicólogo, capaz de hacer verosímil a un personaje con unas pocas pinceladas.
Desde las primeras páginas, el dolor de Gillian es algo cercano y real, pero lo que más nos impacta no es su sufrimiento individual, sino su dilatada resonancia. Gillian es algo más que una presentadora caída en desgracia. Encarna el silencioso drama de una generación que deambula sin rumbo y desprovista de recursos para forjar su identidad. Noche es el día porque los otros discurren ante nuestros ojos como un sueño y la vigilia se confunde con el insomnio. Gillian logrará salir de esa espiral, pero su tardía transición hacia una existencia más libre y auténtica no se consumará sin pérdidas y fracasos. Necesitará casi cincuenta años para contemplar el mundo sin miedo y con una ilusión real, sin artificios.
Un trayecto demasiado largo para una meta que debería ser un punto de partida. Con indudable maestría literaria, Stamm nos obliga a mirar al abismo mediante una ficción tan cautivadora como inquietante.