'Mediodía en el Tiempo': José María Guelbenzu retrata a la generación del 68
El escritor construye una ambiciosa novela histórica de la España contemporánea con cierto aire literario moderno, pero el resultado es poco satisfactorio.
7 noviembre, 2023 02:25José María Guelbenzu (Madrid, 1944) se acoge en Mediodía en el Tiempo a un antiguo modelo narrativo, el de la “novela río” que abarca la trayectoria de varias generaciones con morosidad expositiva. El propio índice de la obra lo subraya con sus tres apartados: antecedentes, intervalos y consecuentes.
Este esquema decimonónico sirve para recrear un amplio arco cronológico que se dilata desde la guerra civil y hasta fechas cercanas a hoy mismo. Mas no se otorga a todo este recorte temporal la misma importancia. El centro y meollo de la novela lo ocupan cuatro amigos, jóvenes en los años del tardofranquismo. La acción se retrotrae hacia la alta posguerra mediante las historias familiares de un par de estos chicos con una función narrativa complementaria. El grupo amistoso durante los amenes de la dictadura y un periodo primero del régimen democrático ocupa mucho espacio. Y relevante importancia se adjudica a la evolución de sus miembros.
Este armazón narrativo solo se vivifica con moderados recursos técnicos actuales: el punto de vista del narrador omnisciente que todo lo sabe se conjunta con habituales exposiciones en primera persona, con un diario y con arriesgadas disquisiciones ensayísticas. Mediante este procedimiento busca el autor hacer una novela histórica de la España contemporánea con cierto aire literario moderno y fuera de las cansinas rutinas del subgénero de moda. Por ello la materia novelesca acoge pasajes de puro noticierismo del pasado: la represión instada por los vencedores, la vida dura en los años 40 y 50, la esperanzada etapa alrededor de mayo del 68 o la transformación nacional auspiciada por el socialismo gobernante. La contextualización histórica es el humus donde la ficción enraíza, y no es neutral. Celebra el felipismo y menosprecia a Aznar, pero de aquel silencia los GAL y otras oscuridades.
Las historias de los cuatro amigos enlazan con un asunto ya frecuente en nuestra narrativa, la apreciación crítica de la generación del 68, a la cual pertenece el propio Guelbenzu, la que aportó, a comienzos de los 70, la irrupción de nuevos aires culturales en el mortecino ambiente de nuestro país. De aquella gente han dado retratos muy negativos escritores que pertenecen a la misma oleada: Vázquez Montalbán, Chirbes, Vicente Molina Foix o Antolín Rato. La impronta de frustración que han ofrecido estos y otros autores la comparte Guelbenzu, o, al menos, la ejemplifica por medio de sus personajes.
Guelbenzu participa de ese sentimiento histórico, pero le aporta dos relevantes novedades. Por una parte, incorpora el papel básico de la clase social, que otorga a la obra una fuerte dimensión sociológica. Por otra parte, la novela se convierte en un relato de pensamiento. Tal deriva corre en el último trecho de la obra por cuenta de Belarmino, uno de los amigos. “El esteta”, según se le califica, se consagra a perseguir “la perfecta unidad entre tiempo y belleza” y desarrolla un discurso acerca de lo que termina por imponerse como gran motivo del libro, el Tiempo.
José María Guelbenzu ha acometido una novela ambiciosa, la más ambiciosa de las suyas, pero de resultado poco satisfactorio. Su diseño de relato testimonial colectivo se sustituye de modo gratuito por la enrevesada especulación filosófica, hace concesiones al costumbrismo, no evita trazas folletinescas y resulta, en conjunto, reiterativa y fatigosa.