Cristina Cerrada. Foto: Isabel Wagemann

Cristina Cerrada. Foto: Isabel Wagemann

Novela

'Gadir' de Cristina Cerrada, crimen y corrupción en la España marginal

En su nueva novela, la autora madrileña presenta una novela negra con la Andalucía del pelotazo urbanístico y del turismo de trasfondo.

2 junio, 2024 01:47

Nuestra crítica tiende a minusvalorar las novelas que representan la cara cruda de la realidad, prefiere la amable del mundo de la ficción debido a que la mayoría de los autores y sus comentaristas viven unidos por el cordón umbilical de la clase media a la literatura cercana al idilio. Recuerdo las malas reseñas recibidas por los escritores de la generación de José Ángel Mañas. Paradójicamente los mismos críticos suelen aplaudir a autores como Raymond Carver, cuya narrativa, si fuera autóctona, sería calificada de poco artística.

Gadir

Cristina Cerrada

Lumen, 2024. 224 páginas. 19,90€

De la obra de Cristina Cerrada (Madrid, 1970) se ha dicho que se parece a la de Carver, un halago que por vía indirecta le perdona su vida autorial atípica, un tanto naturalista, neorrealista, o como prefieran calificarla. Bueno que sus personajes beben como cosacos, frecuentan prostitutas, fuman porros y habitan en zonas marginadas donde el crimen resulta común.

La novela negra explora a veces ese territorio de la delincuencia; de la mano de la Guardia Civil, en el caso de las obras de Lorenzo Silva, o, en esta ocasión, a través de la perspectiva de un joven abogado cuyas circunstancias le escamotearon la vía burguesa y sosa de la vida. El protagonista y conciencia por la que se filtra el relato es Jesús Corbacho, un joven abogado que vive en Ceuta.

Su trayectoria vital es complicada por la falta de madre desde la pubertad, por un padre que no le hace caso y por la subsistencia misma en la ciudad norteafricana, donde se accede con facilidad a la droga y al dinero fácil. Lleva, pues, una vida doble, en el mundo social normal y en el submundo criminal.

Los barrios de Ceuta, Jerez y Cádiz en los que transcurre la acción son espacios urbanos problemáticos, habitados por inmigrantes, minorías étnicas, gitanos y gentes de reducido poder adquisitivo. La Andalucía del pelotazo urbanístico y del turismo asoma por el trasfondo.

Allí donde falta de todo (dinero, educación, vivienda digna), los intercambios humanos predominantes tienen que ver con la desesperación, el abuso de los débiles y el crimen. Cerrada sabe, con unas puntadas verbales eficientes, situarnos en ellos y luego montar en torno a Suso, el joven abogado, débil ante el alcohol y la droga, un buen argumento de novela criminal.

Junto a la habilidad de cerrada para presentar espacios cutres y realistas, hay un elemento literario

El trauma social que rodea al protagonista conduce a la violencia, a momentos de suspense y peligro, que terminan en la muerte de algunos personajes. Las mejores novelas del subgénero policiaco ofrecen además un poso de verdad humana por la que merece la pena leer la historia.

Aquí hay dos crímenes, uno profundamente triste y amoral, el abuso sexual de unos niños gitanos por hombres desaprensivos. Estos abusos han quedado guardados en fotos donde se reconoce a varios hombres ahora importantes. Se impone que esas fotos permanezcan en la oscuridad.

En la propaganda de la novela leo que Carlos Zanón ha elogiado el talento de Cerrada, posiblemente porque junto a la habilidad para presentar espacios cutres y realistas que sirven de base para armar un argumento de intriga que dé vueltas imprevistas a la acción, hay un elemento literario en el fondo.

Suso sabe reconocer el talento de Sandrine, una joven que canta bien, y tendría futuro, pero la droga y los abusos se cruzaron en el camino. Su recuerdo es el escapulario vital que lleva Suso, y quizás su única razón para que los lectores le permitamos redimirse.