NonNonBa
Shigeru Mizuki
30 abril, 2010 02:00NonNonBa
La historieta japonesa nos ha dado muchos grandes nombres (Osamu Tezuka, a la cabeza; pero también Otomo, Taniguchi, Nakazawa, o Yoshihiro Tatsumi, cuyos dos volúmenes de Una vida errante fueron para mí el mejor cómic que se publicó en España en 2009). A uno de esos imprescindibles, Shigeru Mizuki (Sakaiminato, 1924), nos lo estábamos, sin embargo, perdiendo, quizá porque los editores lo encontraban demasiado "localista", hasta que Glénat publicó recientemente su Hitler, una biografía.
Pero ahora Astiberri ha decidido emprender la divulgación de sus singulares trabajos y ha empezado por el más completo y elaborado de todos: NonNonBa, premio al mejor álbum en el Salón Internacional de Angoulême 2007, una autobiografía ambientada en sus años de infancia en la que Mizuki repasa sus días con sus padres y sus dos hermanos, las peleas entre pandillas, la desazón de los primeros amores y, por encima de todo, su descubrimiento, gracias a la anciana viuda NonNonBa, de un sinfín de espíritus, algunos tan divertidos como el Azuki Hakari, desterrados de la modernidad japonesa por esa combinación fatal del progreso capitalista y del arrumbamiento de las tradiciones.
Mizuki, que es todo un especialista en los cientos de seres míticos que gobernaron la Tierra con anterioridad al hombre, y que fueron siendo arrinconados por él, se familiarizó con los mismos gracias a NonNonBa desde los años treinta, en que ya soñaba con ser dibujante, pero no se dedicó a ello profesionalmente hasta después de la II Guerra Mundial, cuando, alistado en el ejército, padeció toda clase de males en las selvas de Nueva Guinea, vio morir a muchos de sus compañeros y perdió su brazo izquierdo durante un bombardeo (Astiberri editará en breve Operación Muerte, sublime relato en el que evoca todo aquel infierno).
Autor del popular personaje Kitarô, un niño fantasma, con un mechón sobre su ojo izquierdo, en el que se aloja el espíritu de su padre, un ojo con piernas y brazos, al que se consagró desde 1965 hasta 1969, es un maestro del sentimiento poético que habita en lo humano y en lo inconmensurable con una capacidad sin igual para hacer que la simpleza de sus caricaturas (para penetrar en la nada, todo lo que no es esencial debe ser eliminado, diría un zen) transmitan convincentemente las emociones y que, como los mejores artistas japoneses, se vale de un tiempo psicológico que dura todo lo que sea preciso para sacarlas a flote.
Tan hábil en el manejo del drama como en el de la comedia (a ratos no podía evitar acordarme de Sin embargo, hemos nacido, la película de Ozu de 1936, y una de las mejores jamás filmadas con niños como protagonistas), Shigeru Mizuki es uno de esos elegidos que ha sabido hallar las huellas armónicas de lo absoluto en lo cotidiano.