Image: La vida es buena si no te rindes

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Novela gráfica

La vida es buena si no te rindes

Seth

27 octubre, 2017 02:00

Traducción de Cruz Rodríguez Juiz. Salamandra. Barcelona, 2017. 196 páginas. 20€

Si la memoria no me juega una mala pasada, con ésta, que cuenta con una nueva traducción, son ya tres las ediciones en España de una obra determinante para comprender la evolución del cómic a partir de los años noventa y la influencia que, desde su aparición en libro, en 1996, ha venido ejerciendo.

Gregory Gallant, alias Seth (Ontario, Canadá,1962), es en sí mismo un personaje con algunos puntos de contacto con el Holden Caulfield de El guardián en el centeno, el más notorio de los cuales es esa suerte de inadaptación que le empuja en todas sus obras hacia lo que él llama un evitacionismo de lo hegemónico de su tiempo, y que no ha dudado en atribuir a su identificación con el perro Snoopy de Carlitos, fuente permanente de sabiduría contemplativa.

Aún puedo recordar la sorpresa con que fue recibido este álbum, aparecido primero en forma seriada en su serie "Palookaville" y la manera en la que lo percibí como un síntoma de aquella posmodernidad en ebullición que tendimos a interpretar solo por sus aspectos más superficiales. Seth nos ofrecía aquí un trabajo de introspección autobiográfica en el que introducía la ficción con la finalidad de explicarse mejor a sí mismo, a través de la búsqueda de un dibujante que nos presentaba como real, y de analizar su tendencia a valorar sobre todo la estética de un pasado (los años 30 y 40, fundamentalmente) en el que las creaciones de toda índole, pese a las sombras de la época, parecían poseer un aura que la modernidad en su desarrollo había terminado por abolir completamente.

En ese sentido, y pese a ser hijo del fértil ensimismamiento que caracterizó buena parte del underground estadounidense de los 60, este joven canadiense optaba por sentirse contemporáneo de unas generaciones anteriores, como los dibujantes del New Yorker de los 30, con Peter Arno (que tan bien entendió entre nosotros Enrique Herreros) a la cabeza. Todo lo cual, como luego me confirmarían otros autores que surgieron por las mismas fechas que Seth, me parecía una consecuencia lógica de la citada posmodernidad en una interpretación muy personal de la misma: los artistas podían al fin elegir de quién ser contemporáneos sin respetar la evolución aparentemente lógica de las vanguardias al tiempo que podían poner en jaque las fronteras y la función de la narrativa.

Esa pulsión, que resultó gozosa en el caso de Seth, aun cuando solo fuera por lo novedoso de su propuesta, en oposición frontal a los derroteros del cómic para masas, ha causado desde entonces muchos estropicios, de los que sería injusto culparle a él y a muchos de sus compañeros. Y la prueba de la riqueza que albergaba su apuesta es el reconocimiento del que este título sigue gozando, con independencia de lo que digan y callen los listados que regularmente hacen los críticos sobre lo mejor de aquel siglo. Hogaño este libro está en muchos de los cánones que se manejan, pero puede que mañana sea desplazado del lugar privilegiado que ocupa. Y es que la fortuna crítica, que tan cicatera fue con el dibujante de ficción que Seth busca en este libro como una sombra de sí mismo, un tal Kalo, se comporta con esta clase de arbitrariedades.

Lo importante es que La vida es buena si no te rindes sigue siendo uno de los "clásicos recientes" que merece la pena ser disfrutado con la misma parsimonia con la que Seth se desplaza por sus páginas, en charla consigo mismo o con otros personajes (como su colega Chester Brown), mientras nos dejamos invadir por la melancolía que desprende al evocar un pretérito que, en algunos de sus aspectos formales, él considera paradisiaco al menos en lo que atañe al cultivo de cierto buen gusto… aunque, como en la película Medianoche en París de Woody Allen, y a nada que escarbemos, encontraríamos sin duda a muchos de los que lo habitaron aquel pasado igual de insatisfechos con su presente e igual de añorantes de un tiempo anterior.