Image: Tierra firme

Image: Tierra firme

Poesía

Tierra firme

Jesús Beades

5 marzo, 2000 01:00

Diputación Provincial de Soria. Premio "Gerardo Diego". Soria, 2000. 78 páginas, 800 pesetas

El lector apresurado puede correr el riesgo de descalificar rápidamente Tierra firme, primer libro del joven poeta sevillano, nacido en 1978, Jesús Beades. "Poeta de escuela", dirán algunos, "y peor aún, poeta de una escuela en la que hay un solo maestro: Miguel d’Ors".

Y es bien cierto que no hace falta una excesiva perspicacia para descubrir en Jesús Beades -como en otros poetas jóvenes: Abel Feu, Enrique García-Máiquez- la huella de Miguel d’Ors. Uno de los poemas se titula precisamente con sus iniciales, y tras una enumeración caótica muy dorsiana ("Las piedras pensativas de Santiago", "El lunes, las clases, los atascos, el lunes") termina con los siguientes versos: "Todas estas cosas, no sé por qué/ me traen a la memoria a Miguel d’Ors,/ artesano cumplido, paisano de la lluvia". Ese poema copia además el esquema de un poema de d’Ors (incluido en La imagen de su cara) titulado también con unas iniciales "F. B. R.": "Detalles que de forma casual/ traen al recuerdo el nombre/ de Felipe Benítez". Pero no termina aquí el juego de ecos que esos versos presuponen. En Sombras particulares, Felipe Benítez Reyes titula un poema "F. S. F." y, tras una serie de enumeraciones ("Una casa en la playa y un estanque con barcas"), lo termina así: "Estos detalles, de forma casual,/ traen al recuerdo el nombre/ de Francis Scott Fitzgerald,/ ángel a sueldo, extraño en el paraíso".

Queda claro que Jesús Beades juega, muy deliberadamente, a insertarse en una tradición. El mismo sentido tiene que su soneto "Del amor, de la guerra" parafrasee otro de Borges, "1964 (II)", incluso repitiendo las mismas palabras finales en el primer cuarteto: "Sé que seré feliz. Y a quién le importa/ el miedo, los escollos de este mundo, si un instante contigo es más profundo/ que todos los océanos. Es corta..."

Jesús Beades asume el riesgo de ser considerado sólo un más o menos aplicado discípulo. Sabe que va a ser leído con cierta prevención, pero no le preocupa. Y pronto dejan de importarnos a nosotros, sus lectores, los ecos y los homenajes, los aplicados ejercicios retóricos. Hay en Tierra firme un puñado de poemas sabios y emocionantes, de esos que terminamos de leer y empezamos a leer de nuevo con asombro. "Poema de adiós", por ejemplo, o "Lejanías", con su final metapoético, o ese sobrio y espléndido epitafio que es "Quemar las naves", y tantos otros.

No faltan en Tierra firme los poemas religiosos, y es que la influencia de Miguel d’Ors en ciertos poetas jóvenes no es sólo, ni quizá principalmente, literaria: les ha dado fuerza para enfrentarse con ciertos temas tabú, como el tema de Dios, que sonaba demasiado a manida posguerra o a trasnochada poética catequísima. Poemas como "Surprised by the Joy" (no es la única referencia a C. S. Lewis) nos hablan no de ningún convencional prejuicio religioso, sino de lo que nos hablan todos los verdaderos poemas, del misterio de vivir. "Supiste qué se siente al ser hoja en el viento/ flotando sin destino. Ahora eres el viento./ Aquel que lo hizo todo con sus Manos de Música/ ha tocado tu frente y has recobrado todo./ Abre los ojos, mira: te pertenece el mundo".

Jesús Beades sabe jugar con el lenguaje, conoce su oficio, y sabe también que la poesía es algo más: tocar el corazón de los lectores, hacernos ver el mundo con otros ojos. Como ocurre con todo verdadero poeta, no es necesario estar de acuerdo con las opiniones que a veces traslucen sus versos (como cuando se refiere a "Juan Pablo II atravesando/ el siglo con los hombres como un nuevo Mar Rojo"), para estar de acuerdo, de completo acuerdo, con lo mejor de su poesía: esa capacidad de hacernos sentir que las palabras, las gastadas palabras de siempre ("amor", "dolor", "adiós", "felicidad", "costumbre") pueden volver a sonar como recién creadas.