Cuéntamelo otra vez
Amalia Bautista
12 marzo, 2000 01:00Poco aficionada a las formulaciones teóricas, Bautista, cuando le han solicitado su poética, se ha limitado a decir "que en poesía, hay que aspirar a decir cosas, y no sólo palabras; que la originalidad no se alcanza por el simple hecho de pretenderla y que, una vez conseguida, no garantiza la calidad"; declara además su preferencia por "la poesía inteligible", ya que no ha conseguido emocionarse "con lo abstruso ni con lo vacío".
Inteligible y misteriosa resulta su poesía. En el primer libro, escrito, como el segundo, en endecasílabos blancos, había un gusto mayor por la ironía y la sorpresa; en Cuéntamelo otra vez hacen su entrada la ternura y la cotidianidad. Cárcel de amor es un conjunto de monólogos dramáticos: el poema se pone en boca de un personaje -siempre una mujer- que nos cuenta una historia con las mínimas palabras posibles. En el libro más reciente el procedimiento pierde su exclusividad.
Los poemas de Cuéntamelo otra vez nos hablan del mundo de los cuentos de hadas y del mundo de todos los días. En la mayoría de los casos están puestos en boca de una mujer que, al contrario de lo que ocurría en el libro anterior, se nos presenta como esposa y madre, con rasgos biográficos muy semejantes a los de la autora. Así comienza "La vida responsable": "Conducir sin tener un accidente,/ comprar desodorante y macarrones/ y cortarles las uñas a mis hijas./ Madrugar otra vez, tener cuidado/ de no decir inconveniencias, luego/ esmerarme en la prosa de unos folios/ que me importan exactamente un bledo/ y darme colorete en las mejillas".
Cada manera de entender la poesía tiene sus riesgos. Bautista no duda en bordear la obviedad y la falacia patética, en reducir el poema a unas pocas palabras esenciales: "Al cabo, son poquísimas las cosas/ que de verdad importan en la vida:/ poder querer a alguien, que nos quieran/ y no morir después que nuestros hijos". Pero casi siempre se salva al añadir fantasía y humor y un toque de extrañeza.
"Me asomé a la ventana del infierno/ y no vi nada que me horrorizara", comienza uno de los poemas. "Me pareció un lugar como cualquiera", continúa. Esta poesía aparentemente simple, llena de buenas intenciones, de maternal ternura (inolvidable el poema "Los pies"), sabe que cualquier instante puede convertirse en una antesala del infierno, que el único cuento que no nos cansamos de escuchar, el de la felicidad, no es más que un cuento.
Basta un puñado de versos para salvar a un poeta. Bautista no necesita más que diez o veinte endecasílabos, y el lenguaje de todos los días, para contarnos una historia que nos habla del mundo de todos los días y de un mágico trasmundo amenazante, igualmente cotidiano e igualmente misterioso.