Viaje hacia la noche
César Moro
5 abril, 2000 02:00Octavio Paz lo citaba como tal en Los hijos del limo e Inmediaciones, junto a Roberto Matta, Wilfredo Lam, Emilio Adolfo Westphalen y el grupo chileno de Gonzalo Rojas. Moro es, en efecto, uno de los hitos de la vanguardia en el Perú, tanto como José Mª Eguren, Alberto Hidalgo, César Vallejo o José Carlos Mariátegui.
Estuvo en contacto con el círculo de André Breton y organizó, junto a Wolfgang Paalen, la Exposición Internacional del Superrealismo que tuvo lugar en México, 1940, y en la que pusieron la nota de color local Frida Kahlo, Diego Rivera, Matta, los objetos precolombinos y las calaveras de azúcar; presentó su catálogo con un texto fervoroso que auguraba que, gracias a "la palabra mágica del nuevo siglo", "el amor dejará para siempre sus muletas, y las heridas que cubren su cuerpo adorable serán como soles y estrellas", y denunciaba la traición de Louis Aragon al haberse adherido al realismo socialista. Esta edición ha tenido el acierto de reproducir como encarte un documento inencontrable: el catálogo de la exposición celebrada en Lima, Mayo de 1935. Junto a textos de Breton, Dalí, de Chirico o Eluard, contiene un "aviso" final de Moro contra Huidobro, llamándolo "nauseabundo fantoche literario", "mediocre copista" e "imitador de Pierre Reverdy". En uno de sus accesos de megalomanía, Huidobro había fundado en 1934 la revista Ombligo/Vital, para ajustar cuentas con "cadáveres, reptiles y mircrobios". Empezó por Neruda, en el número 2, de Enero de 1935, y siguió con Moro, en el siguiente, de Junio; éste replicó con el folleto Vicente Huidobro, o el obispo embotellado.
César Moro fue un poeta de obra escasa y tardía. Publicó tres libros en vida, entre 1943 y 1954; póstumamente aparecieron sus ensayos y prosas y otras dos colecciones poéticas. Una de ellas, La tortuga ecuestre, ya fue reeditada en Caracas, 1976, por Julio Ortega, preparador de esta antología con la que Huerga y Fierro da una prueba más de su interés por la mejor y más desconocida poesía hispanoamericana de este siglo.
La tortuga ecuestre es una obra maestra de su género, y una demostración ejemplar de cómo la escritura irracionalista no ha de limitarse a descoyuntar el orden lógico, sino que debe conseguir un significado que lo trascienda en el ámbito de lo emocional y lo simbólico. Algún título, como "Visión de pianos apolillados cayendo en ruinas", remite inequívocamente a la iconología de Dalí; las imágenes tienen, en su ostensible incoherencia, el enorme poder de su impacto visual: "una rosa fatigada soporta un cadáver de pájaro", "una sartén dorada con un retrato de mi madre", "mujeres dormidas sobre colchones de cáscaras de fruta", "una mano sobre una cabeza decapitada". La ausencia de puntuación y la gran longitud del versículo -que difumina la frontera entre el verso y la prosa- reflejan la torrencialidad irreflexiva de un discurso primordialmente amoroso, en el que el ser humano adquiere características cósmicas y animales y la pasión destruye tanto como ilumina: "el área de tu frente asaltada por olas"; "géiseres de estrellas enloquecidas que buscan su origen en tu boca"; "labios elásticos de planta carnívora". Los "buenos sentimientos" convencionales (religiosidad, nacionalismo) son objeto del desprecio que, por influencia de Dadá, les reservaba el Superrealismo, a cuya teoría del conocimiento se dedican algunos metapoemas: "Levanto una estatua de fango purísimo/de barro de mi sangre". Un puñado de galicismos, como "faltar de alimento" o "golpear a la ventana", revelan la profunda huella que dejó en Moro el francés, su lengua predilecta de cultura y la que le había proporcionado sus principales modelos literarios.
El volumen recoge asimismo una selección de poemas diversos escritos entre 1927 y 1949, uno de ellos dedicado al juego superrealista del sí condicional, consistente en enlazar aleatoriamente con esta partícula dos claúsulas carentes de vínculo lógico; otra de poemas procedentes de los libros escritos en francés, presentados aquí en versión bilingöe; y una "Biografía peruana" en prosa, de 1944, en la que Moro evoca la cultura precolombina de Machupichu y Cuzco, el desastre de la conquista, la figura heroica y trágica de Atahualpa y el esplendor de la naturaleza y el mar, para concluir enfrentando el pasado mítico y la pureza de los elementos a la mediocridad degradada de la civilización contemporánea, el mundo de matronas enjoyadas, tristes funcionarios, obispos envarados, generales cargados de medallas y plutócratas panzudos, sordos a la llamada de la sangre y la selva.