Los poetas Suicidas: Maiakosvki, Pavese, Celan, Ferrater
"Vendrá la muerte y tendrá tus ojos"
12 abril, 2000 02:00Alber Camus planteó en el Mito de Sísifo una cuestión vital: los importante, escribió, no es descubrir las razones que empujan al suicidio, sino si existe alguna para seguir viviendo. A lo largo de la historia, numerosos poetas han respondido que no. EL CULTURAL evoca hoy a alguna de esas figuras y sus circunstancias, estudiadas por José Luis Gallero en su "Antología de poetas suicidas" 1770-1989 (Ardora).
Gérard de Nerval(1808-1855)
Gérard Labrunie inicia en 1827 la traducción del Fausto, que entusiasma a Goethe hasta el punto de preferirla al original alemán. A los veintiséis años hereda 30.000 francos en oro. Para entonces ha adoptado el seudónimo de Nerval. Por indicación de Balzac funda una revista que le arruina en un año. A los 31 años, es detenido cuando persigue medio desnudo a una estrella. Carece de domicilio, de objetos personales, de dinero. En 1855 un borracho descubre su cuerpo en un callejón, cubierto de nieve. Se había ahorcado, pero tenía el sombrero puesto, por lo que sus amigos siempre negaron que fuese un suicidio.
José A. Silva
(1865-1896)
Precursor del modernismo, José Asunción Silva había conocido en Europa a Oscar Wilde y a Mallarmé, y adquirido costumbres de dandi. La guerra civil arruinó a su familia, y, tras la muerte de su padre, asumió la administración de un negocio de objetos de arte. En 1895 todos sus escritos desaparecen en un naufragio. A los treinta años visita a un médico para que le dibuje sobre el pecho el lugar exacto del corazón. La noche siguiente reúne en su casa a varios invitados y al finalizar la velada y antes de apretar el gatillo, coloca una esponja junto al costado del frac, para evitar que la sangre manche la pechera. La primera edición de sus poesías aparece doce años después.
Ángel Ganivet
(1865-1898)
"Para decir tonterías en verso, es mejor escribir en prosa o no escribir en prosa ni en verso, que es lo que hago yo". Licenciado en Filosofía y Letras y en Derecho, en 1892 conoció a Amelia Roldán, con quien tuvo dos hijos en una tormentosa relación amorosa nunca legalizada. Destinado en el consulado de Riga (Rusia), estudia ruso, apenas come, fuma veinticinco puros diarios y comienza a padecer insomnio y manías persecutorias. Poco antes de cumplir los 33 salta del vapor que toma todos los días para acudir al consulado. Los pasajeros le recogen, pero vuelve a saltar sin que en esta ocasión logren salvarle.
Georg Trakl
(1887-1914)
Hijo de un comerciante en hierro, crece al cuidado de una gobernanta que le lee a los poetas simbolistas. Desde joven, sus aficiones favoritas son el alcohol y las caminatas por los bosques. Como aprendiz de farmacia, descubre las cualidades introspectivas del cloroformo. Siguen la cocaína, el opio, el veronal. Las drogas, que consume masivamente, le ocasionan violentas intoxicaciones. Movilizado durante la I guerra mundial, intenta suicidarse ante el espectáculo de la batalla de Grodek. Apenas duerme, obsesionado con la idea de que van a fusilarle. Se administra una sobredosis de cocaína que le produce un paro cardiaco.
Alfonsina Storni
(1892-1938)
Los Storni, emigrantes argentinos, abandonan Suiza y regresan a su país junto con su hija de cuatro años, Alfonsina. Tras la muerte del padre, alcohólico, Alfonsina se ve obligada a trabajar como costurera y en una fábrica. Sin embargo, a partir de 1916, año en que publica su primer libro de poemas, Alfonsina Storni se convierte en una mujer conocida que da recitales por los barrios humildes, dicta conferencias y ocupa una cátedra creada ex profeso para ella en la Escuela de Lenguas Vivas. En 1935, al regreso de su segundo viaje a Europa, los médicos le descubren un tumor cancerígeno. Una tarde de octubre deja su pensión y se pierde en las aguas del Atlántico. Detrás deja una nota en tinta roja sobre papel azul: "Me arrojo al mar".
M. Tsvetaeva
(1892-1941)
No son pocos los que piensan que Marina Tsvetaeva fue una víctima de su época. La vida de esta escritora es una sucesión de desgracias que la llevan al suicidio antes de cumplir los cuarenta y nueve años. Perteneciente a una familia de la alta burguesía, la Revolución Rusa le hace un daño irreparable: su fortuna es confiscada; su marido, oficial del ejército ruso, desaparece temporalmente; y su hija pequeña fallece por falta de alimentos. En 1922, reunida con su marido, parte hacia Praga y de allí a París, donde residirá durante catorce años. Un texto de Maiakovski la convence de que su sitio está en Rusia adonde su familia se traslada en 1937 a la espera de poder reunirse con ella. Dos años más tarde, a su llegada, Tsvetaeva descubre que su hija está internada en un campo de concentración y que su marido ha sido fusilado. Desterrada a la aldea de Eláburga se ahorca.
V. Maiakovski
(1893-1930)
Tras la muerte de su padre, Maiakovski se traslada a Moscú, donde pasa un año en prisión por hacer propaganda del partido bolchevique. Cuando recupera la libertad, ingresa en la Escuela de Bellas Artes. Sus encuentros con Burliuk, creador del futurismo ruso, le persuaden de que es un poeta genial. En 1915 conoce a Lilli Brik, esposa de un amigo suyo, con la que mantendrá una relación ambigua a lo largo de años. A partir de 1917 escribe y pinta centenares de slogans y carteles propagandísticos, da conferencias y lee sus poemas en las fábricas. Pese a haberse convertido en insignia de la Revolución, le reprochan que sus poemas son incomprensibles para los obreros. El alejamiento de sus amigos, el sentimiento de abandono y un desengaño amoroso aceleran algo que, según sus conocidos, era inevitable. Una mañana de primavera Maiakovski se mata de un tiro.
Cesare Pavese
(1908-1950)
"Vendrá la muerte y tendrá tus ojos", escribiría Pavese. A él la muerte no le llegó, la buscó un 26 de agosto en dieciséis envases de somníferos. Nacido en un pueblecito de Piamonte, queda huérfano de padre a los seis años. A los diecinueve ya se declara cansado -"se me escapan las ganas cada día más"- y se define a sí mismo como "Maestro en el arte de no gozar". Tras doctorarse en Turín, se vincula a la editorial Einaudi. En 1935 es condenado a tres años de confinamiento por actuar como intermediario entre Tina -el amor de su vida- y su novio, un dirigente del partido comunista encarcelado en Roma. Al salir de prisión se entera de que la mujer de "la voz ronca y dulce" acaba de casarse. Ni siquiera el éxito -a partir de 1941 publica novela tras novela- alivia su desamparo. Se suicida en una habitación de hotel: "Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque [...] cualquier amor, nos desvela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada".
Paul Celan
(1920-1970)
Con Rumania, su país natal, ocupado por rusos y alemanes, los padres de Paul Celan, judíos de lengua alemana, son deportados y asesinados en Auschwitz y él mismo cumple trabajos forzados bajo vigilancia policial. En 1945 consigue un puesto como lector y traductor que le permite trasladarse a Bucarest. Dos años más tarde publica en Viena Amapola y Memoria con un reconocimiento inmediato. En 1952 se casa con Giséle de Lestrange con quien tiene dos hijos, uno de los cuales muere. Tras recibir las máximas distinciones de la lengua alemana, Celan emprende un viaje a Palestina en 1969. En 1970 envía a su amigo Gadamer Luz a la Fuerza, quien, al leerlo, viaja a París alarmado. Horas más tarde de su encuentro Paul Celan se arroja al Sena.
Gabriel Ferrater
(1922-1972)
Miembro de la generación de los 50 y considerado uno de los mayores poetas catalanes contemporáneos, Gil de Biedma lo retrató como "inteligentísimo, poco dinero, pocas posibilidades establecidas de progreso [...] Con los mismos defectos pero con menos cualidades hubiera funcionado mucho mejor". Ensayista, crítico y traductor de Hemingway y Pavese, había fijado como límite de su vida los cincuenta años. Tres semanas antes de cumplirse el plazo, ingirió barbitúricos y se ató una bolsa de plástico alrededor de la cabeza.
Anne Sexton
(1928-1974)
Unos días antes de cumplir cuarenta y seis años, Anne Sexton se encierra en el garaje de su casa, enciende el motor del coche y se provoca la muerte. Atrás deja dos hijos; un premio Pulitzer (lo obtiene en 1960, tres años antes de que se le concediese a su amiga Sylvia Plath a título póstumo); una sucesión de depresiones, curas psicológicas y tentativas de suicidio; y un puñado de maravillosos poemas que comienza a escribir por casualidad mientras se encuentra internada en un hospital psiquiátrico.
A. Costafreda
(1926-1974)
Huérfano de padre desde los nueve años, una insuficiencia cardiaca paralizó el brazo de Alfonso Costafreda y le obligó a pasar temporadas hospitalizado. Se habituó a los tranquilizantes para dormir, para trabajar, para viajar. Según Aleixandre, "sólo tenía cerca siempre a su soledad y su abismo a los pies". Poco después de su segundo matrimonio se mató. Su amigo Carlos Barral escribió cómo "el suicidio se había ido convirtiendo en los últimos años en una aspiración cada vez más abstracta que ya no necesitaba de motivos y circunstancias"
P. Casariego
(1955-1993)
Escribía Pedro Casariego (Pe Ca Cor) que si una calle llevara su nombre sería "una calle fría". Sus versos no lo son. Son característicos de su obra los libros formados por poemas encadenados argumentalmente, de tal modo que constituyen una narración. En La risa de Dios, La vida puede ser una lata o sus Cuadernos Amarillo, Rojo, Verde y Azul, entre otras obras, se vislumbra un estilo inusual y personalísimo. A partir de 1989 comienza a producir su obra pictórica que supera el centenar de lienzos. En 1993 nace su única hija, Julieta, a la que dedica un cuento ilustrado. Dos días después de su publicación Pedro Casariego pone fin a su vida. Nunca escribió una novela, su vida lo fue.