Image: Poetas ingleses metafísicos del siglo XVII

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Poesía

Poetas ingleses metafísicos del siglo XVII

Blanca y Maurice Molho

14 junio, 2000 02:00

John Donne

El Acantilado. Barcelona, 2000. 211 páginas, 1.900 pesetas

Se reedita un texto que no ha perdido vigencia ninguna pese a los años y pese a que hoy existen más antologías y ediciones particulares de los metafísicos ingleses en castellano. Cuando Blanca y Maurice Molho, pareja de hispanistas notables (fallecido él en 1995) publicaron, en 1948, su primera antología de metafísicos ingleses, ese campo era prácticamente virgen en nuestra lengua. La antología -revisada y algo ampliada-se volvió a editar, en 1970, en aquellas bonitas y modernas ediciones de Barral Editores. Para los poetas jóvenes de mi generación esta antología bilingöe, bien elegida -pese a su brevedad- y bien traducida (poesía que no deja de ser poesía, aunque varíen ritmo y metro) supuso un acontecimiento y un descubrimiento. Otra manera del Barroco que apenas conocíamos, pues el franquismo tuvo -entre otros males- el de cerrar demasiadas puertas a la cultura.

Releída hoy me ha vuelto a sorprender la grata frescura, la lozanía de Poetas ingleses metafísicos del siglo XVII. Los textos originales fueron bien cuidados por María Gomis, y el prólogo de Maurice Molho, informativo e inquisitivo, cumple el recto papel no sólo de dar datos al lector que no los tiene -los mínimos- sino, sobre todo, el de animar a la lectura explicando qué es lo que Johnson llamó en el XVIII Metaphysical poetry.

Una poesía que -en palabras de Molho- recorre, busca y describe "mundos anochecidos". Una forma del Barroco basada en el wit (ingenio, concepto) y por tanto lejos en general del culteranismo español o del preciosismo francés, y más cerca de lo que nosotros llamamos "conceptismo". En poesía más cerca del Quevedo metafísico que de ningún otro. Pero con la salvedad de que la mayoría de los metafísicos ingleses eran protestantes (la mejor excepción Crashaw, católico) y por tanto hablan de un Dios sin imágenes ni santos, ni aparato contrarreformista. Un Dios más oscuro pero también más íntimo, más hondo.

Esta antología recoge a doce poetas, pero sólo de tres da una muestra que supere el mero testimonio: Donne, George Herbert y Crashaw. Aunque los tres son poetas interesantes, es sin duda John Donne (1573-1631), el mayor de ellos en todos los órdenes, el que se ha llevado el cetro de la poesía metafísica en inglés. Donne -que fue soldado y luego deán de San Pablo en Londres- escribió poesía amorosa y religiosa, intentando complementar una contradicción acaso insalvable. El amor (en el sexo, pero más allá del sexo) convierte a los amantes en materia angélica y logra que su unión, anule o destruya el Tiempo. Sin embargo, inevitablemente, la Muerte destruirá a los amantes y al prodigioso milagro que han levantado con el amor. Donne, entonces, se rebela contra Dios a la par que (entrado ya en la edad) busca su tutela, su amparo. Sin comprender, acaso, por qué se destruye la luz. ¿No tendrá que haber otra, pasional también, tras la muerte? Algunos de los poemas amorosos o religiosos de Donne, son piezas maestras de la lírica europea del Barroco: "La salida del sol", "Lección sobre la sombra", "Aniversario", varios de los sonetos sacros, el "Himno a Dios Padre" y hasta el "Epitalamio a Lady Elizabeth".

Poesía de belleza interior, de vuelos en las palabras -y no con las palabras- los metafísicos ingleses, Donne singularmente, son la otra orilla de Góngora o de Marino. La orilla en la que también, con el Amor y Dios, anduvo Quevedo. Hoy puede decirse claramente: Esta antología es un clásico ya. Un pequeño hito en el arte de acercar literaturas extranjeras.