Los poemas son mi orgullo
José Agustín Goytisolo
3 abril, 2003 02:00José Agustín Goytisolo. Foto: Archivo
NEGRITA NO TE OLVIDA
Poner fin al dolor causa dolor.
Recuerda aquella perra suplicante
mirándole y gimiendo: no podía
ni caminar. En coche a un descampado:
y disparó mirándola a los ojos.
Pensó: que así caridad tengan: que
no dejen que muera retorciéndome
en una horrible cama de hospital.
José Agustín Goytisolo no fue un buen editor de sí mismo. Bastantes de sus libros mezclan poemas nuevos y viejos, alterados estos según el humor del momento. De la misma manera que sus publicaciones, quiso también alterar su pasado literario. En los numerosos congresos y homenajes dedicados en las últimas décadas a los poetas del cincuenta, Goytisolo arremetía siempre contra la poesía social, negando en su obra cualquier vinculación con ella. "Eran poetas muy malos que repetían la palabra España en sus versos y se daban golpes de pecho.Yo nunca he mencionado la palabra España en mis poemas", afirmaba. Pero sí la había empleado, aunque luego la cambiara por otra, y sí había sido uno de los más destacados participantes de la poesía social, aunque luego, quizá asustado por la algarada novísima, que pareció por un momento que iba a borrar de un plumazo toda la poesía de posguerra, se arrepintiera hasta el punto de querer reescribir el pasado.
Los poemas son mi orgullo nos permite por primera vez releer una amplia selección de la poesía de Goytisolo en su dimensión histórica. Comienza como poeta elegíaco (El retorno), descubre después en la ironía un medio de burlar la censura (Salmos al viento), busca una poesía más directa y didáctica, de acuerdo con los postulados del realismo crítico en Claridad, encuentra su voz más característica en los poemas de Algo sucede, que entremezclan lirismo y narratividad, compromiso e intimismo, culturalismo y realismo. Los pasos del cazador, de 1980, continúa la línea neopopular de tanto auge en los años veinte. Son muchos los poemas de Goytisolo, al margen de ese libro, que adoptan un aire de canción, ya desde su título inicial ("Como la piel de un fruto eras/tan olorosa y atrayente..."), y como canciones fueron popularizados. El poeta era consciente de que ese hecho le restaba prestigio en ciertos sectores. En un epigrama recogido en la recopilación de textos dispersos El ángel verde (1993) escribe: "Consideráis que soy un mal poeta/pues cantan cosas mías por las calles".
José Agustín Goytisolo es un poe-ta de obra abundante que a veces condesciende con la facilidad, un poeta juglaresco cuyos versos ganan cuando se les pone música o en la voz del propio autor, convertido también en personaje. Pero era también un verdadero y doliente poeta que trataba de no repetirse, de indagar nuevos caminos. En Sobre las circunstancias (1983) anticipó un puñado de los epigramas a los que luego dedicaría un libro entero, Cuadernos de El Escorial (1994), y que le acreditan como un digno heredero de Catulo y de Marcial; de uno de ellos, no especialmente afortunado, ha tomado Carme Riera el título de esta antología: "Hay quien lee y quien canta poemas que yo hice/y quien piensa que soy un escritor notable./Prefiero que recuerden alguno de mis versos/y que olviden mi nombre. Los poemas son mi orgullo".
En El rey mendigo (1988) insiste Goytisolo en el poema histórico, que ya había cultivado esporádicamente en otros libros; a veces cita el nombre del protagonista (Marcial, Lucrecia, Carpentier), otras deja que lo adivine el lector.
La noche le es propicia (1992) es un libro de amor, una muy personal reescritura de La voz a ti debida, de Pedro Salinas. El libro entero nos cuenta un encuentro erótico que dura solo una noche; un difícil ejercicio del que el poeta sale casi siempre indemne.
La Novísima oda a Barcelona (1993), escrita en catalán, es una obra de encargo escasamente memorable. No le beneficia a Goytisolo que una antología suya incluya pasajes como éste, ramplón incluso en un programa electoral: "Para los Juegos del 92 se hicieron/obras muy ambiciosas que hoy perduran/y los barceloneses pueden contemplar:/así el Passeig Marítim, desde el Morrot/ hasta la Vila Olímpica, y unida/la zona deportiva de la Diagonal/con Montjuïc, y los tres cinturones terminados...".
Afortunadamente los dos libros últimos, Como los trenes en la noche (1994) y Las horas quemadas (1996) nos devuelven al poeta. Memoria y elegía, doliente sencillez, maestría que renuncia a cualquier truco, caracterizan a los breves poemas de esos libros, escritos casi todos ellos en enea-sílabos y endecasílabos blancos.
Un sintético prólogo, compendio de más dilatados trabajos, avala esta antología que nos permite situar a José Agustín Goytisolo, un poeta quizá más apreciado por la gente común que por el lector especializado, exactamente en el lugar que le corresponde, ni más alto ni más bajo.