Poesía

Estuario

José Alcalá-Zamora

17 junio, 2004 02:00

Prol. Luis Maria Anson. Sial/Fugger. Madrid, 2004. 188 págs, 15 euros

Tras la publicación de un temprano libro de poemas, El mar de un barco de papel (1965), José Alcalá-Zamora pareció dedicarse por completo a sus tareas de historiador, como si la poesía hubiera sido sólo una fugaz tentación juvenil. Tras la obtención del premio Francisco de Quevedo en 1992 con Sonetos de amor y desamor, se reveló lo equivocado de esa impresión. A partir de entonces, Alcalá-Zamora ha ido publicando a razón de un libro por año (a veces más de uno). Como toda su obra de madurez, Estuario se caracteriza por la preferencia por el soneto. De los 157 poemas que lo integran, sólo cuatro no están escritos en esa estrofa. Y alguno de ellos parece muy prescindible, como el titulado "Imagen": "De luz / y cal:/ el Sur", y que quizá resulte algo palabrero a pesar de ser tan breve (habría ganado eliminando preposición, conjunción y artículo: "Luz,/cal:/ Sur").

Buena parte de los poemas del libro son de amor, y en ellos consigue Alcalá-Galiano sus más altos logros. Las referencias a sus maestros, los poetas del siglo de oro, son constantes. Pero no todo es en Alcalá-Zamora personal recreación de la tradición clásica. También se atreve a iniciar un soneto con referencias más contemporáneas, casi costumbristas. O con juegos fetichistas que recuerdan a Luis Alberto de Cuenca, como en el soneto que comienza "Acúname en la suave lencería/de tu ropa interior", y termina con "drógame con los sueños delirantes/de tus zapatos de tacón de aguja". No cabe duda de que Alcalá-Zamora es un fácil, quizá demasiado fácil, versificador. Sus aciertos y sus desaciertos se derivan de ello. Y para el poeta que tiene tendencia a dejarse llevar por el soniquete del ritmo y el tamborileo de las rimas nada más arriesgado que ceder a la tentación del soneto, tan difícil al comienzo, pero que, una vez que se le coge el truco, parece que termina escribiéndose solo. Hubo grandes poetas que eran así: abundosos, derramados, escasamente autocríticos, dándonos en un mismo libro -como Unamuno en su Cancionero- lo mejor y lo peor. Alcalá-Zamora, sin embargo, recuerda menos a Unamuno que al académico y premio Cervantes José García Nieto.