Poesía

Gato barcino

Eduardo Rezzano

2 noviembre, 2006 01:00

Eduardo Rezzano. Foto: Archivo

Lumen. Barcelona, 2006. 80 páginas, 20 euros

Tras un poema inicial que inscribe el libro en un modo que es el de los mitos de los orígenes -se menciona a Adán y Eva, se nombra el incesto-, en el segundo quien ha tomado la palabra hace saber que ha navegado hasta salirse del mapa y al concluir el poema volverá a utilizar el léxico náutico para decir: "mis ideas / restos de un naufragio / flotarían a la deriva". Con lo primero, Eduardo Rezzano (La Plata, Argentina, 1968), poeta y músico, está diciendo en clave que su libro es el resultado de un viaje a los orígenes, a Europa y en concreto a Barcelona -y en títulos, "Ciutat Vella" o "Rambla del Raval", y en los versos van sucediéndose otras referencias, "poc a poc", por ejemplo-. Con lo segundo, la voz poética deja ya expuesto que sus palabras, que dicen sus ideas, no se van a ofrecer como un todo acabado, sino como restos de un naufragio -y algo dice también esto sobre la peripecia del viajero- que además no siguen un curso establecido sino que vagan sin rumbo.

Y así es: el discurso de Gato barcino -título donde se deja leer una referencia indirecta a Barcelona y convendrá añadir que "gato" es en Argentina un cierto ritmo musical y su baile, aunque también un gato barcino se pasea por los versos- renuncia a algunas de las máximas de la comunicación general ya sea por elipsis, ya por el trabajo de las imágenes o por otros procedimientos, todos ellos típicos de la escritura poética, a la que en general le pertenece lo fragmentario, y en particular una que no ignora las adquisiciones de la vanguardia. De este modo, la lectura, más que ser la adquisición directa de una historia o de unas anécdotas, se convierte en una aventura, un viaje, a través del lenguaje, por unas palabras de las que se dice "habían perdido su significado". Y, si éste no está absolutamente perdido, sí que está puesto en jaque, como cuando se lee "que la cantante tenga / tres piernas" o un absurdo estupendo como : "Aleluya / si no hemos vencido / al menos estamos / muertos". El lector, pues, no puede permanecer pasivo, sino que cobra una función de constructor, aunque sea parcial, del discurso.

El tiempo barcelonés del sujeto de estos poemas está hecho de lo cotidiano y de lo extraordinario, o de lo que se dice como tal, y recuerda algo a los personajes de Doce cuentos peregrinos de Gabriel García Márquez, también viajeros a Europa donde les espera algún suceso que supera las expectativas habituales. Así, en este libro se ama, se muere, se pasea por las Ramblas o se sueña ser Heidegger o se ocupa el lugar de padre para unos gusanos nacidos de los huevos que una mariposa ha puesto en el balcón y, por esa rara lógica que todo lo gobierna, se les enseñará a volar "arrojandome / por la ventana". Bajo el signo del gato, animal poético al menos desde Baudelaire, todo tiene su posibilidad en el poema.

Libro, en fin, pleno de interés, de poesía, que en ningún momento desfallece y, si al final se lee "Me quedé sin palabras", son esas palabras, las ofrecidas, un verdadero enriquecimiento del lector.