Poesía

La ruta de Occitania. Poesía reunida

por José luis Giménez Frontín

10 mayo, 2007 02:00

Igitur. Tarragona, 2006. 208 páginas. 15 euros

En la poética de Giménez Frontín (Barcelona, 1943), publicada en la antología Nueve poetas del resurgimiento (1976), decía que "el poema, como en los cantos populares, será meditación o no será. Y además, conjuro", y no parece que esos juicios sean inoportunos al leer ahora esta amplia selección de sus libros publicados más unos pocos inéditos. Esta escritura, entonces, trataría de ser meditación y conjuro del instante -Que no muera ese instante es el título de uno de sus libros-, esa fracción del tiempo en que se vive y en la que se tiene conciencia plena de ello. Pero, si es fracción, el instante es -y sin paradoja ninguna- también la totalidad, pues allí tiene lugar también el recuerdo y la proyección a lo por venir. Así, la colección se abre con "Aquella hora", donde se advierte de los peligros del olvido, pues "sólo aquella hora puede dar un sentido / al gasto de su vida, y ofrecerle, [...] / lo más parecido a una segunda oportunidad", versos que dejan dicho el nudo que liga a pasado y futuro en lo que es el momento presente.

Pero resulta que lo señalado está latente no sólo tras los textos donde quien toma la palabra es un yo actual, innominado, sino también en los casos en los que el poema pone en escena a figuras y páginas de la historia, lo que da su significación particular al culturalismo, por otro lado, tan de época. Y, por cierto, esta selección ha dejado fuera poemas como "Los amantes de Wendy" o "A Pepperland", como si se quisiera marcar alguna distancia con lo que en su momento se denominó "novísimo". No era necesario: más allá de las clasificaciones escolares, la poesía de Giménez Frontín tiene su identidad y su valor.

La lectura de este libro permite ver la variedad temática y formal de esta obra, que tendría quizá como centro el retener la fugacidad, el hacerla canto. Canto de un yo que se despliega en múltiples tonos, desdoblamientos que dan lugar a una pregunta eternamente abierta sobre la identidad. En fin, es indudable que "Son suyas las palabras".