Image: Desde fuera

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Poesía

Desde fuera

Álvaro Valverde

18 diciembre, 2008 01:00

Álvaro Valverde. Foto: Archivo del autor

Tusquets. Barcelona, 2008. 184 páginas, 12’50 euros

La cita del poeta César Simón que encabeza este libro deja ya claro cuál es el punto de partida, o el objetivo, de estos poemas: dejar constancia de esos momentos en los que se produce "el percatarse del hecho extraordinario de la existencia, como si la viéramos desde afuera". Este acontecimiento de experimentar así la conciencia, y que supone un desdoblamiento por cuanto se da ahí la conciencia de lo exterior, del mundo, y del sujeto mismo -que experimenta pero no puede borrarse de lo experimentado- es decisivo en la propia vida y, en lo que aquí interesa, subyace en lo mejor de la tradición poética, desde el zen o la mística a William Wordsworth o Fernando Pessoa, por citar sólo algunos de los hitos.

Así, en Desde fuera, álvaro Valverde (Plasencia, Cáceres, 1959), a quien se deben varios libros de poesía de todo interés, además de dos novelas y, entre otras cosas, el que fuera fundador de la revista "Espacio/Espaço escrito", da cuenta de esas experiencias que, en último término, le hacen percibir, sentir lo transitorio de la vida, cómo el tiempo pasa y traspasa todo, la certeza de la muerte, la de los otros, la propia, y uno de los poemas lo dice: "Mis temas, ya lo veis, / son los residuos, cuanto queda / del paso fugitivo de la vida." Y sirven estos versos con la mención del destinatario, vosotros, los lectores, para advertir que el discurso se caracteriza por su aproximación a lo coloquial, como si se nos hablara en la confianza de la amistad, si bien que siempre rítmico y dotado de elegancia.

Su tonalidad, pues, es la de la elegía. Este saber que la muerte está ya ahí, que ha estado siempre, le lleva a escribir: "dudo si vamos a morir / o de una vez por todas dejaremos / de estar ya en vida muertos", en lo que es una prefiguración de la muerte y que remite a la filosofía existencialista.

Ahora bien, este recordatorio permanente de la muerte surge de la contemplación de lo vivo, de un paisaje, de las calles de una ciudad, no importa el motivo del que se parte, sea cual sea, se revela al sujeto que todo está marcado por la cualidad de lo efímero. La importancia de lo que se ofrece a la contemplación es tal que se llega a afirmar que "No somos sino aquello que miramos" y también "he llegado, lo sé, al convencimiento / de que soy el paisaje de esta tierra". Destaco esto porque ello significa que hay un importante sentido de lugar, de pertenencia a unos espacios, que no son sino la representación del mundo mismo, y es en la dialéctica del arraigo y el ser efímero lo que crea una tensión, vital, intelectual si se quiere, que sostiene a la dicción.

No ocupa lugar menor en estos poemas el homenaje a libros y autores, nuevos "espacios" de pertenencia, nuevos anclajes con el mundo, y que además son factores de ordenación de la realidad. Algunos de estos homenajes toman la forma de monólogos dramáticos, soberbio "Cónsul en Riga", lo que conecta con el desdoblamiento apuntado más arriba. Quizá sea "Entonces la muerte", uno de los textos donde la tensión dramática es más poderosa. La escena del padre enfermo, el hijo, el poeta mismo, sosteniendo su mano, se pierde en un ensueño en el que el enfermo es él y es un hijo quien le coge la mano, en lo que es memoria anticipada de sí mismo. Es el paso de la vida, la cadena del ser: álvaro Valverde lo ha sabido expresar con una intensidad poética plena de emociones.