Vicente Luis Mora. Foto: Santi Cogolludo
En sus
Confesiones, escribió Agustín de Hipona: "¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé". Este libro,
Tiempo, parece partir de una perplejidad semejante, y además sabe que "hacer un poema / sobre el tiempo / es tautológico, / porque él / es, en sí mismo, / duración verbal". Como figuración de ese tiempo se propone aquí, en un típico recurso a lo espacial, el desierto, un desierto concreto, el White Sands de Nuevo México, por tanto, la extensión y la blancura. Lo visible, pese a que "el tiempo ni lo vemos ni lo tocamos". La escritura, entonces, ha de discurrir por la página-tiempo, recorrer la página-blancura. Y ¿cómo son sus trazos?
La marca "retórica" de Tiempo es la desmembración de la secuencia, el fragmentarismo y ello lo enlaza nada menos que con Nietzsche o Blanchot, algunos de los escritores decisivos de lo fragmentario, un modo del pensar y del escribir moderno. En efecto, Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970) ha dado muestras suficientes en sus trabajos (ahí están
Singularidades, La luz nueva y sus críticas) de que sus escritos tratan de producir un discurso nuevo.
Discurso que se fragmenta y se disemina por la página en columnas diferentes y en tipografía variada y que incluye además imágenes, o textos poéticos visuales,"versiones" de, se supone, lo mismo, en un todo complejo y sumamente atractivo. Este libro sobre el tiempo exige su tiempo, una reflexión. Pero no hay duda: este libro importa, lleva la literatura a un desierto que hay que recorrer e intentar hacer propio.