La escalera de caracol y otros poemas
William Butler Yeats
28 mayo, 2010 02:00William Butler Yeats (1865-1939) nació en Irlanda. Lo cual, en literatura, es una ventaja. Original de 1933, La escalera de caracol y otros poemas es todo Yeats y un poco más. Contiene La escalera de caracol (seminalmente de 1929), Tal vez palabras para música (1932) y Una mujer joven y anciana (también de 1929). A su vez, La escalera de caracol incluye "Bizancio", tributo que el poeta rinde a su divino "Sailing to Byzantium", probablemente la obra de ingeniería verbal más compleja de todos los tiempos. Si un poema es un objeto, los de Yeats son EL objeto: cada una de sus construcciones semánticas se encarna en una cosa, porque lo que hay en el cerebro de Yeats excede todas las previsiones del lenguaje. Y cuando no podemos decir lo que queremos, metaforizamos: "Una vieja torre golpeada por la tormenta,/ un ermitaño ciego da la hora./ La espada que todo destruye/ aún esgrimida por el loco errante./ Seda bordada en oro sobre el acero,/ belleza y locura yacían juntas". El poema se titula "Símbolos", y explicarlo ocuparía más gigas de los que nuestro ordenador permite.
Es el final de sus días, y Yeats lo sabe. La vida del poeta tiene nombre: Maud Gonne, la mujer que amó Irlanda antes que a cualquier hombre. Y William, desesperado por el rechazo de Maud, encontró consuelo enamorándose de Irlanda, en el triángulo amoroso más peculiar jamás visto: "Soñé que dormía en mi cama,/ toda la sabiduría insondable de la noche viene,/ que arrancaba mis cadenas/ y las dejaba sobre la tumba inscrita del Amor". Eire está en todas partes: en la iconografía popular de Cruachan, donde "el semental de la Eternidad/ montó la yegua del Tiempo,/ para engendrar el potro del Mundo", o en la ficcionalización de los escritores irlandeses que han hecho de su país la columna vertebral de la literatura europea (Goldsmith, Swift, Joyce). En Yeats, Irlanda es una actitud ante la vida. Como el espíritu romántico de Byron o Shelley, el nacionalismo irlandés de Yeats genera un microcosmos con ley, lógica y moral propias.
Dramaturgo obsesionado con las máscaras, Yeats encripta la realidad como desafío a nuestros seis sentidos. El manual del crimen enseña que, para esconder algo, lo mejor es dejarlo a simple vista. La escalera de caracol y otros poemas invierte esta regla: sólo un significado astutamente oculto puede ser humanamente perceptible.