Image: Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la generación del 27

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Poesía

Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la generación del 27

Varias Autoras

9 julio, 2010 02:00

Pepa Merlo, editora y antóloga

Edición de Pepa Merlo. Vandalia. Sevilla, 2010. 331 páginas, 18'90 euros


Pepa Merlo (Granada, 1969) ha escogido un título que cifra bien la intención doblemente reivindicativa de su trabajo: dejar constancia del difícil camino de varias generaciones de escritoras por conseguir el reconocimiento de una identidad literaria y contribuir al rescate de unos nombres relegados al silencio o al olvido, no en todos los casos injustamente, a la vista está. A la consideración de la pobre fortuna de casi todas estas poetas se dedica el extenso prólogo en el que Pepa Merlo revisa su escasa presencia en las antologías desde la emblemática de Gerardo Diego (1932 y 1934) hasta los años ochenta. Sólo en la que en 1946 publicara César González-Ruano incluyendo a dieciocho de ellas puede señalarse una excepción destacable.

En el marco de la lucha por los derechos civiles femeninos durante la República inserta la autora el panorama, muy diverso en planteamientos y también en calidad, de un buen número de poetas de las que Pepa Merlo ha seleccionado una veintena correspondiente a tres generaciones en activo durante el primer tercio de siglo XX. En su prólogo la antóloga comenta particularmente las relaciones diversas con las poéticas del 27, desde el neopopularismo y la poesía pura hasta el surrealismo y la llamada "rehumanización", y las personales respuestas de cada una a los principales estímulos del momento.

Las mayores en edad, muy ajenas a la órbita del 27, ofrecen escaso interés: Casilda de Antón del Olmet, nacida en1870, autora del libro de artículos Feminismo cristiano, poeta de coplas y canciones de poca calidad y, en ocasiones, involuntariamente divertidas como esta perla:

"Mi marido va con otras/ y no me aflijo por eso/ que las sobras de mi casa/ a los bichos se las echo". También autora de coplas y cantares eróticos y sentimentales, no mucho más interesante, es Gloria de la Prada (1886), pero de entre ellas sobresale Pilar de Valderrama (1889), de cuyo libro Esencias escribiría Antonio Machado antes de convertirla en la Guiomar protagonista de sus poemas: "obra sincera y algo extemporánea, como nacida en clima psíquico que no es precisamente el de nuestra lírica al uso".

El núcleo central lo componen las nacidas entre 1895 y 1908, franja generacional a la que corresponden las más valiosas de las seleccionadas y las de mayor fortuna editorial: Concha Méndez (1898), Ernestina de Champourcin (1905) y Josefina de la Torre (1907), pero también otras de indudable interés como la ultraísta Lucía Sánchez Saornil (1895), que publicaría sus poemas en revistas con el seudónimo de Luciano de San Saor y un único libro en 1937, Romancero de Mujeres Libres; Rosa Chacel (1898), con dos buenos libros en los años treinta, como también la destacable Elisabeth Mulder (1904, con sus sugerencias morbosas, autora de varios poemarios como Embrujamiento (1927) Sinfonía en rojo (1929) o la gran Carmen Conde (1907), cuya madurez poética se iniciaría en los años 40 y escapa de los límites cronológicos de esta selección (hasta 1936).

Menos relevante pero digna de contar en esta antología es María Cegarra, en la atmósfera del purismo. De obra escasa y de inferior calidad, María Luisa Muñoz de Buendía, Cristina de Arteaga y María Teresa Roca de Togores ilustran la duradera pervivencia estética del modernismo sentimental, no exclusiva de la escritura femenina más tradicional. Una pervivencia que se advierte también en la franja más joven, compuesta por Marina Romero, Josefina Romo Arregui, Dolores Catarineu o Margarita Ferreras -de quien Pepa Merlo toma su título- más interesantes y representativas que las Josefina Bolinaga o Esther López Valencia que completan Peces en la tierra, una antología que avanza, salvando la muy desigual calidad de las poetas, en la recuperación de unas voces que son bastantes más que las cuatro o cinco tradicionalmente conocidas, y a duras penas, en los repertorios de la época, y de ahí su interés indudable.

Caminos del arco iris

A Norah Borges, por una deuda antigua

Eché mi corazón al mar

en busca de tu huella

Eras lo que no se sabe

bruma.

Yo iba abriendo caminos de arco-iris

para alcanzarte

y tras tus pasos

seguín misantorchas

cuando tu mano de oro

abrió mi costado izquierdo.

LUCÍA SÁNCHEZ SAORNIL