La escritora y poeta Berta Perpiñán. Foto: Alicia Romero.

La escritora y poeta Berta Perpiñán. Foto: Alicia Romero.

Poesía

Berta Piñán, poesía política y bilingüe para preservar el asturiano

La escritora y exconsejera de Cultura del Principado de Asturias encarna de forma nada complaciente las raíces sociales en su libro 'Argayu / Derrumbe'. 

15 septiembre, 2024 02:00

Con la publicación en el año 1985 de Al abellu les besties, la escritora asturiana Berta Piñán (Cangas de Onís, 1963) se convirtió en una figura prominente de la segunda ola del Surdimientu (en español, el Surgimiento), que reemplazó las inquietudes más políticas y reivindicativas de la Transición por una mirada más netamente literaria y cosmopolita, atenta a la tradición europea y empeñada en incorporar las líneas de tensión de la modernidad.

Argayu / Derrumbe

Berta Piñán.

Edición bilingüe. Traducción de la autora. Bartleby Editores, 2024. 140 páginas. 16€

Con todo, no conviene simplificar: la presencia formativa del mundo rural está en el centro de los primeros libros de Xuan Bello y la propia Piñán, por no hablar de una educación sentimental que ha determinado también su trayectoria cívica y política: la poeta fue hasta el año pasado (legislatura 2019-2023) Consejera de Cultura, Política Lingüística y Turismo del Principado de Asturias con el gobierno del socialista Adrián Barbón, una de cuyas aspiraciones sigue siendo la normalización lingüística y el reconocimiento del asturiano como lengua cooficial del territorio (digámoslo mejor así: el que los Premios Nacionales no hayan reconocido todavía ninguna obra en asturiano es una anomalía difícil de justificar. 

Lo político está en la matriz de esta poesía, pero encarna en forma de sondeo afanoso y nada complaciente de las raíces familiares y sociales. A ello se suma una toma de conciencia de un linaje de mujeres poetas que la han ayudado a modular la voz y ahondar en las constantes de su mundo.

Más aún que en La mancadura / El daño (2010), donde se percibía el eco lejano de Wislawa Szymborska, entre otras, en este Argayu / Derrumbe –la edición es bilingüe y la traducción corre a cargo de la autora– se declara la huella gustosa de poetas norteamericanas como Mary Oliver o Linda Pastan, maestras en el arte de cerrar la grieta entre vida y escritura, incorporando contenidos biográficos y fuertemente emocionales sin que la fábrica del poema se resienta.

Como explica Piñán, “argayu es una palabra tan frecuente en Asturias que los medios de comunicación suelen usarla sin traducir”. Se trata del desprendimiento que sigue a la destrucción lenta, invisible y minuciosa del subsuelo: “entonces algo se quiebra y esa masa inmensa se derrumba monte abajo. Y en ese movimiento gigantesco lo arrastra todo a su paso”.

Derrumbe

Entendedme
no hay aquí una teoría
de nada
solo
tierra en movimiento
ríos desviados de su cauce
barro amasado antes de nacer
piedra suelta
un cuerpo
derrumbe
somos

El libro se abre con un poema extenso, “Generaciones”, diálogo vivaz con una “amiga”que tiene mucho de alter ego y con la que va desgranando recuerdos familiares, retratos de mujeres cercanas, un cúmulo de voces que la ayudan a tomar conciencia de su lugar en el mundo: “mira, llevo en el vientre las nalgas / atravesadas de todas mis generaciones”.

Se impone la necesidad de la escritura para encauzar el dolor de lo informe, del silencio que no sabe que lo es: “las palabras no dichas pinchan por dentro / díselo, pinchan como una corona de espinas, / pinchan / y no desaparecen / nunca”.

En su segunda parte, el libro se adelgaza en poemas breves que declaran su fascinación con las cosas “necesarias”, cosas “que suceden / de verdad”, para “preguntarnos después / hacia dónde”, como si el vuelo de la escritura exigiera por fuerza el suelo de los hechos, la atracción luminosa de lo factual.

La sección tercera y final (descontando un brevísimo poema que hace de epílogo) es una serie de poemas en prosa, “El pozo”, que insinúa una trama narrativa y nos cuenta, con sabias elipsis, el drama que preside la infancia. Como en Heaney, el pozo es una “puerta hacia la oscuridad” donde se recorta el perfil de la hermana muerta y del que brota una falta inagotable, la ausencia que explica la presencia –fértil, reparadora– de las palabras. Y es que solo ellas, lo sabemos, pueden apuntalar la tierra, evitar desprendimientos.