Este año pasado se han cumplido los cien años del nacimiento, en Lleida, de Màrius Torres y este libro es una contribución más -entre otras, el número 34 de RevistAtlántica ofrece un interesantísimo dossier y, sobre todo, la edición de Poesies a cargo de Margarida Prats Ripoll- al recuerdo, si no al rescate, de su obra poética, lamentablemente muy poco divulgada, por lo que merece ya todo el reconocimiento. Es imposible no dejar constancia del hecho biográfico de que Torres ingresó en 1935 en un sanatorio, de donde prácticamente ya no salió hasta su muerte a finales de 1942, y el que no llegó a ver sus poemas editados. Es precisamente en los años de enfermedad en los que su obra crece y adquiere un nivel por el que merece un lugar, el que aún hoy está por reconocérsele. Se inserta esta obra poética en la tradición del simbolismo y la música en cuanto tema -"la noche toda era música"- y la musicalidad de sus versos bien lo señalan, pero, aún más que eso, importa el que Torres supo ver que el simbolismo es sobre todo la creencia en que la palabra puede transcender, alcanzar o rozar el ideal, lo absoluto, un absoluto que, si bien es inasequible, incluso se propone como presencia inmediata: "la Eternidad es sólo presente que se ensancha".

Su presente, sin embargo, era bien estrecho: la enfermedad, el aislamiento y los sucesos de aquellos años. También eso deja huella en sus poemas y la cercanía de la muerte hace que se dirija al "Dulce ángel de la Muerte" para pedirle que llegue ya; en lo relativo a los acontecimientos bélicos, "La ciudad lejana" es un texto de todo interés, en el que "la ciudad de ideales" de la que habla es a un tiempo la patria derrotada y un tópico simbolista. Sumamente atractiva es en esta obra la conexión entre lo material y lo etéreo, lo humano y todo lo demás, al modo de las correspondencias baudelerianas.

En suma, una gran ocasión para acercarse a la valiosa poesía de Màrius Torres.