Un invierno propio
Luis García Montero
22 abril, 2011 02:00Luis García Montero.
"La verdad no es un punto de partida": frente a dogmas y verdades absolutas el papel del poeta instalado en el vacío de las dudas implica una elección permanente, clara y concreta: "El altar y la culpa son palabras./La religión, la patria, el paraíso,/la raza y la bandera, son palabras también,/solamente palabras que aseguran/un pasado remoto". Dicho papel implica también una cuidadosa tarea de reconstrucción de algunas precarias seguridades: el idioma como patria -"más o menos"- del poeta, la amistad a lo largo, la solidaridad, el amor, que cobra protagonismo a medida que el libro avanza: "A veces una piel/ pudiera ser la única razón del optimismo". Como en Vista cansada el discurso amoroso acentúa la esencial imaginería sensorial del conjunto y recorre los tiempos de la historia personal, desde el magnífico "Un golpe de azar nunca abolirá mis dudas" hasta la síntesis de "Planteamiento, desnudo y desenlace": "En tu desnudo viven realidad y deseo [...] La vida no compensa de la muerte/ si no es porque el amor le dio sentido al tiempo".
La unidad esencial de intimidad e historia se reafirma ahora con el papel que cumplen los sueños en la modesta resistencia desde la que el poeta mantiene su compromiso colectivo ("Es una patria inútil/ la que cierra los labios y las puertas/ a los recién llegados"). Así, el relativo rechazo de los sueños en "El insomnio de Jovellanos", de Habitaciones separadas -"Porque sé que los sueños se corrompen/ he dejado los sueños"- se replantea autocríticamente: "Cuando expulsé a los sueños/ para no traicionar la realidad,/ conocía su herida,/ el peso de la noche y su presencia,/ pero no calculaba su vacío.// El vacío de un sueño/ pesa como la risa de los cínicos,/ como los ojos débiles que miran a otro lado,/ como el soberbio de pureza fría/ que vive más allá de las tormentas". Por eso "convivo con mis sueños/ pero en habitaciones separadas".
Desde la altura de una edad que está lejos aún de ser invierno, contra la intolerancia y las falacias de las grandes palabras y a favor de la intemperie necesaria -"Tal vez nos vamos de nosotros mismos./ Pero queda una luz, un grifo abierto,/ la sombra de una puerta mal cerrada"-, Un invierno propio es uno de los grandes libros de Luis García Montero (Granada, 1958) por su riqueza de registros, su plasticidad y la esencial claridad de sus consideraciones en esta época de cínica confusión en la que todo parece valer.
LOS IDIOMAS PERSIGUEN EL DESORDEN QUE SOY
A Elisa
Mi nombre es Luis,
soy español,
vivo en Madrid,
en el número uno, calle Larra,
me dice usted la hora, por favor,
¿dónde ha nacido usted
y cuántos años tiene?,
buenos días, amigo,
buenos días, mi amor, te quiero mucho.
Confieso que no tengo
facilidad para estudiar idiomas. [...]