Para qué la poesía
Juan Cobos Wilkins
18 mayo, 2012 02:00Juan Cobos Wilkins. Foto: Festival de Granada
La pregunta que el título plantea suele encontrar la respuesta de la gratuidad, de que la palabra poética se dice para nada, únicamente para ser por sí misma. Sin entrar en controversia con esa alta función, se lee aquí que la poesía sirve para sanar, para vivir. El poema inicial pone las cartas sobre la mesa: la madre, perdida su memoria en el olvido, responde a unos pocos estímulos emotivos y, entre ellos, unos versos antiguos del hijo, que es quien habla y dice estar ahí para ser, sustituir, esa memoria desvanecida. Aparte de que se nos da con ello una situación muy común en nuestro mundo y de que sea o no histórica, real, lo que importa para la poesía es que crea una escena impregnada de drama, de emociones, y que da pie a la compasión, a padecer la tragedia del otro; y a interrogarse sobre uno mismo.Juan Cobos Wilkins (Minas de Riotinto, Huelva, 1957) es poeta reconocido, además de activista de la poesía, y da en este libro una muy buena muestra de su saber. Lo antes descrito da lugar a poemas en los que un "yo" se deja vagar por el laberinto de los recuerdos, da cuenta de su desnacerse, regresa al útero, en lo que es una renuncia a casi todo, desde luego al yo actual, para participar de la "música/ de las esferas". Y, consecuencia de ello, un nuevo lenguaje nace: "conmorir", "desolvidarse", etc., siempre motivado, pues es el de quien se adentra en el recuerdo para reencontrar lo vivido, para, en último extremo, reencontrarse y saber bien que la condición humana es fugaz, como puesta en fuga.
Los motivos de los que los poemas parten pueden ser menores o nimios, la bici de otro tiempo, una escena en la cocina familiar, un árbol, no importa, el poeta eleva su meditación a las cuestiones esenciales de los humano: el ser, el recordar, el recordarse como constitutivo de la identidad, el destino fatal que está a la espera.
Cierra este Para qué la poesía un poema en prosa que tengo por memorable. Sin puntuación, resulta un discurso casi caótico y ello es imagen más que adecuada del desconcierto de la pérdida de la memoria. Los asuntos se atropellan, todo son restos de recuerdos -fiel retrato de lo que somos- en una especie de corriente de conciencia y está la flor llamada Nomeolvides, la sanación o poesía. Un libro excelente.