Image: Fruta extraña. Casi un siglo de poesía española del jazz

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Poesía

Fruta extraña. Casi un siglo de poesía española del jazz

Varios Autores

17 enero, 2014 01:00

Miles Davis

Edición de Juan Ignacio Guijarro. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2013. 400 páginas, 22 euros

Desde sus inicios en el siglo XX, el jazz ha sido la música mejor acompañada por la literatura. Durante los primeros años de su existencia, ciertas confusiones impidieron ponerle un nombre fijo a aquella novedad artística. Cuando superó la alegría bailable que trajo de Nueva Orleáns y quiso expresar las penalidades de la población negra de EEUU, sedujo a poetas y novelistas. Del swing comercial pasó al bebop más complejo o al free de vanguardia. Así aumentaron las adhesiones literarias. Por ejemplo, Julio Cortázar hizo en su relato El perseguidor un recuento de las angustias finales de Charlie Parker, y fue habitual ver a Miles Davis relacionarse con los escritores célebres de París.

Juan Ignacio Guijarro, responsable de este libro que lleva el subtítulo de Casi un siglo de poesía española del jazz, es profesor en la Universidad de Sevilla y especialista en literatura norteamericana e inglesa. Consagra setenta y tres páginas a resumir con precisión la presencia en nuestro país de un género musical que al principio estuvo aislado en ambientes selectos. De paso, detalla sus orígenes y vínculos con el blues o el gospel. La obra, que incluye casi una veintena de folios con notas explicativas, amplía el contenido del número monográfico que la revista Litoral dedicó, en 2000, a la poesía y el jazz. El editor ha ordenado de manera cronológica a los 126 autores elegidos. Sus 154 poemas sintetizan la historia del jazz en España. Los primeros poetas seleccionados (Emilio Carrere, José del Río Sainz) no escondieron la queja reaccionaria. En el fondo lamentaban que el "pueblo chispero" cediese ante las modas extranjeras. Al contrario, Gómez de la Serna y Valle-Inclán, unidos por el nombre y las innovaciones, entendieron la importancia de unos sonidos rupturistas. Se produjo después una coalición inesperada: Guijarro nos comunica que, en el curso de la Guerra Civil, los republicanos y franquistas emplearon idéntico sectarismo para combatir las experimentaciones del jazz. Racismo y frivolidad ideológica. La Generación del 27, la del 50 y los Novísimos le prestaron atención desigual. El entusiasmo de Federico García Lorca y la actitud despectiva de Blas de Otero representan los polos opuestos.

La sensibilidad de varios escritores coincide con la de los instrumentistas o cantantes que mencionan en los textos. Louis Armstrong, un trapero convertido en estrella indiscutible; Billie Holiday, a quien los aplausos no le cerraron ninguna herida de su infancia y juventud; y Charlie Parker, veloz en los compases y en los abismos, son los tres modelos preferidos. De sus tragedias salen palabras. Algunas expresiones verbales son especialmente cercanas al universo del jazz. Las preguntas de Joan Margarit captan el arte de John Coltrane: "He recordado tus manos moradas / sobre el saxo con una luz de sótanos. / ¿De dónde sale esta música, / el vacío que sopló tu boca / y que habla con mi soledad?"; el largo poema de Fernando Quiñones junta al jazzman y al cantaor de flamenco; los textos de José María Fonollosa surgen de los ambientes neoyorquinos. A Carlos Aganzo, Félix Grande, José Manuel Caballero Bonald, Jesús Munárriz o Pere Gimferrer, con formas poéticas dispares, se les nota la pasión de la melomanía. También a Felipe Benítez Reyes, que continúa tocando blues con la guitarra eléctrica. En ocasiones, sobre todo en el caso de los poetas jóvenes, la escritura parece condicionada por el ritmo de la música que se describe. Y en el volumen han sido incluidos los versos del saxofonista Ildefonso Rodríguez y del cantautor Ángel Petisme, que saben componer mezclando sus dos disciplinas creativas.

El libro se cierra con breves semblanzas biográficas de los escritores e informa sobre la procedencia de los versos. Su calidad abre nuevos conocimientos.

VERSOS PARA BILLIE


(fragmento)

Es aquella voz negra
que fregó los peldaños
de mármol blanco,
o gritó en una bronca
de algún burdel de Harlem.
La voz como la lluvia
que limpiaba en la cárcel de mujeres
la suciedad de los cristales.
La voz de extraños frutos
colgados de los árboles
en el gran Sur del mundo.

Joan Margarit