Image: Los ángulos de la brasa

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Poesía

Los ángulos de la brasa

Manuel Álvarez Torneiro

14 marzo, 2014 01:00

Manuel Álvarez Torneiro. Foto: Cabalar

Visor. Madrid, 2013. 252 páginas. 14 euros

Manuel Álvarez Torneiro (La Coruña, 1932) ha esperado durante décadas hasta ver convenientemente difundidos sus versos. Padeció una niñez de pobreza y orfandad. Su adolescencia y juventud, con largas sombras de posguerra, tampoco fueron más agradables. Logró refugiarse en la lectura. De esta manera eligió a los maestros: Saint-John Perse, César Vallejo, William Shakespeare. Después vinieron los poemas escritos en español, el oficio de periodista, la fundación del grupo Amanecer y, finalmente, el uso literario de la lengua gallega. A pesar de haber ganado numerosos premios regionales, sus páginas continuaron inéditas fuera de Galicia. En 1982 publicó el poemario Memoria de un silencio, al que han seguido más de una decena de volúmenes.

Os ángulos da brasa / Los ángulos de la brasa, editado ahora en versión bilingüe, con prólogo y traducción de Teresa Seara, recibió el Premio de la Crítica y el Nacional de Poesía (2013). Dividido en tres secciones (Trama de vida, Terrenal y sagrado, Tapiz de ceniza), contiene sesenta y siete textos de gran belleza. Debajo de la musicalidad y el vocabulario selecto, percibimos el dolor. Aunque las técnicas surrealistas lo atenúen, persiste el recuerdo hiriente de la Guerra Civil. El tiempo ha transcurrido sin mitigar la angustia que la contienda significó para un hombre de memoria poderosa. Los años posteriores, vividos también en un entorno opaco, añaden oscuridad "y un hastío que nunca alcanza a ser catástrofe / y, sin embargo, hace que nieve cruelmente".

El poeta Álvarez Torneiro no se ha resignado. Las palabras que utiliza para definir aquellas atmósferas sombrías no le impiden la exaltación de la naturaleza. En medio del dolor transmite una especie de panteísmo. Las plantas y los animales son evocados con delicadeza en sus escritos. El arte es otra de sus principales murallas frente al sufrimiento. En el libro se nombra a escritores (Garcilaso, Hölderlin y Rulfo, entre varios más), a filósofos e historiadores antiguos (Heráclito, Plutarco), a músicos de estilos opuestos (Vivaldi, Coltrane), a pintores (Chagall, Van Gogh), al fotógrafo Doisneau. Los acompaña la actriz Ava Gardner, quien se pasea como un ser que no pertenece a nuestro mundo. En un mismo poema se asoma la mujer con alcuza retratada por Dámaso Alonso y se multiplica el pesimismo de T. S. Eliot: "Abril son doce meses cada año".

Igualmente encomiable resulta su esfuerzo por no disminuir el cuidado estético en las páginas de denuncias sociales. Territorio crótalo, 1942 o Visión del arrabal, poemas llenos de tensiones, son ejemplos de meticulosidad artística. Representan lo contrario de la simplificación. Aquí no hay lugar para contenidos panfletarios; es inútil la búsqueda de lemas que puedan corearse de forma irreflexiva. El lector nota que el esmero del poeta hace más creíbles las opresiones descritas.

Resalto otra característica. Aunque muchos de los textos de este libro expresan las dificultades biográficas del autor, nunca nos aturde el peso de sus desventuras. Observamos que concibe la poesía como un desquite contra el oscurantismo de su infancia infeliz. La belleza que he mencionado está conectada a las experiencias; es un esplendor vivido. Y, sin necesidad de efectismos, las imágenes se suceden con sencillez. Incluso cuando reflejan momentos trágicos: "Y los muertos se hacen grandes, / entran a duras penas en algún verso". A veces el ingenio se pone al servicio de un tono distinto. Una de las últimas composiciones, "Anuncios por palabras", tiene evidente intención irónica. Pero se trata de una ironía compasiva. En ella se parodian los deseos y surge cierta magia.

Estamos ante un poeta mayor. En Los ángulos de la brasa, Álvarez Torneiro ha contado con la ayuda de una traductora notable. Sería oportuno que con la misma calidad se divulgase en español el resto de su extensa obra.

Tristeza

De repente, la tristeza.
La hora de las arañas.
Un arlequín dormido en el cansancio.
El neón asesino de las orquídeas.
La asfixia de lo inhóspito.

De repente, la tristeza:
tu flor ayer pensada
y hoy nieve.

Y un concierto de flautas
contrarias y unánimes.
Las máscaras del mundo.
Los miradores ciegos.
Y un animal lamiendo su muerte.