Image: Como la luz de la Luna en un Martini

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Poesía

Como la luz de la Luna en un Martini

José María Álvarez

2 mayo, 2014 02:00

José María Álvarez. Foto: Ayuntamiento de Cartagena.

Renacimiento. Sevilla, 2013. 96 páginas, 12 euros.

En 1970, José María Castellet publicó Nueve novísimos, antología con la que se propuso acercar a los lectores una renovación del panorama poético español. Allí leímos los versos de José María Álvarez (Cartagena, 1942). Tras su breve etapa de poesía social, fue uno de los escritores que en la segunda mitad del siglo XX profesaron la estética culturalista. Entonces editó Museo de cera (1974), obra completada en seis entregas ulteriores. Más tarde, desde su residencia en París, ha seguido acentuando el cosmopolitismo y el carácter individualista.

Hay una coherencia clara entre la ideología de Álvarez y su escritura. Lo comprobamos al leer Exiliado en el arte (2013), volumen que recopila sus diálogos con el poeta Alfredo Rodríguez. Si en las conversaciones transmite el gusto por la belleza sin fronteras, la sensualidad y el liberalismo político, todo ello está igualmente plasmado en los textos que escribe. Como la luz de la Luna en un Martini lo confirma. Con títulos largos, abundantes citas literarias, mención de placeres refinados o alusiones a la rica variedad de culturas distantes, el autor construye su muro contra las vulgaridades que rechaza. Lo acompañan artistas dispares y recuerdos de días lejanos. Y también una presencia muy especial, Jorge Luis Borges, ante quien medita con hondura en las tres páginas finales del libro. "Aún no he tocado el tiempo de la dicha / que usted anuncia. / Ojalá el animal hubiera muerto", confiesa a su compañero. No son menos emotivas las palabras que dedica a Salvador Espriu.

Unas sorpresas. José María Álvarez combina con destreza los usos idiomáticos cultos y los giros populares. Similar trato dispensa a los seres humanos y sus personajes. Así une a Helena de Troya con la actriz Verónica Echegui; a Eurípides con María del Mar Bonet. Con parecida habilidad integra las formas clásicas en unos ritmos sincopados. En este detalle se le nota la afición al jazz menos previsible. A veces el último vocablo de sus versos es una preposición, un artículo determinado, una conjunción disyuntiva. No se trata de ningún descuido, sino de una elección artística.

Fiel a su costumbre, Álvarez nos comunica la pasión por los viajes, los gozos de un hombre observador, sus paseos en las ciudades. Y, sobre todo, la gratitud por los prodigios cotidianos. Unas pocas líneas de Plinio pueden ser el motivo para celebrar la vida. O la contemplación, con leve melancolía, de la Luna: "Me miro en ella. Único espejo / donde no he envejecido". Además, como en sus obras anteriores, el poeta busca y encuentra lugares exquisitos en Roma, Agrigento, Siracusa, Palermo, Nueva Orleans, París, las ciudades griegas. Asimismo en la Alejandría de su admirado Constantino Cavafis, cuya poesía completa tradujo en los años setenta. Pero, continuando con el hábito de mezclar lo suntuoso y lo escondido en sus márgenes, a menudo los textos se refieren a personas o espacios de menor prestigioso social. En ellos aparecen las muchachas de los suburbios, alguna "sirena de botellón", los habitantes de la noche parisina.

Dos formas de calidad sobresalen en el poemario. La primera: la erudición del poeta no perjudica a sus versos; no los vuelve plúmbeos. Está unida a la segunda de las virtudes: la nitidez de su literatura. El misterio de lo que describe nunca es transmitido con imágenes confusas. Quizá sea una transparencia aprendida de Borges. Existen otras afinidades. Por ejemplo, con Octavio Paz. Una definición del mexicano ("los tigres beben sueño de esos ojos") encuentra resonancias en tres versos del español: "Esos ojos con nocturnidad y alevosía / dicen / Nada es verdad sino estos tigres".

Resulta extraña la nota con que José María Álvarez inicia Como la luz de la Luna en un Martini. Declara que "este libro tiene algo de despedida". Cuando terminamos la lectura, nos queda la impresión de haber recibido varias lecciones de energía vital.

(FRAGMENTO)

¿Qué ha sido de todos?

Un día os fuisteis

y creo que no hemos de volver

a vernos. Y hay tanto

que se nos quedó

sin decirnos.

Y aquí es como si me esperaseis.

Y como los que entraban en su caverna

con una antorcha, y esa luz iluminaba

sus pinturas mágicas, así

algo que irradian estas fotografías

ilumina hoy mi memoria.

Viejas fotografías.

Y veo pasar mi vida.

La belleza moral que decía Stevenson.

Como liberar la luz de una piedra.