Image: Ciudad del hombre

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Poesía

Ciudad del hombre

José María Fonollosa

30 septiembre, 2016 02:00

José María Fonollosa. Foto: Edhasa

Edhasa. Barcelona, 2016. 384 páginas, 24€

Cuando Jaume Vallcorba publicó en 1990 Ciudad del hombre: New York, de un tal José María Fonollosa, los lectores de poesía reaccionaron con sorpresa. El prólogo de Pere Gimferrer contribuyó a crear una leyenda sobre la existencia real o no de ese autor desconocido, alejado del mundo literario y sin generación, que aún no ha cesado, como su influencia, tan notoria en poetas posteriores, jóvenes y no tanto. No cuadraba su edad con el tono urbano y cosmopolita de sus versos, más propio de los poetas de los ochenta y de algún novísimo rezagado. Paradoja más que enigma, según José Ángel Cilleruelo, responsable y excelente prologuista de la edición completa de un libro que se escribió entre 1948 y 1985 y que lleva por título definitivo Ciudad del hombre.

Barcelonés (1922-1991), Fonollosa confiesa que "había querido realizar una obra grande, con múltiples, pequeñas unidades que pudieran ir por la literatura a solas, pero juntas formar una continuidad, un todo compacto". Por eso habló Gimferrer de "obra coral", porque el protagonista es "un solo hombre y muchos hombres a la vez", y de "heterónimos epónimos", que se definen "sólo por su ubicación": cada poema lleva por título el nombre de una calle. Más de doscientos relatos poéticos reales que dibujan los perfiles de otros tantos personajes. Su impronta narrativa y epigramática es inconfundible y prima la comunicación y la ironía. A ratos, incluso el cinismo y el sarcasmo. Más allá, la desesperación que subyace a cualquier vida sórdida. O la felicidad que surge de existencias dichosas.

La deliberada "sequedad adusta" de los endecasílabos, ordenados estróficamente, consiguen dar forma a un libro urbano por naturaleza, de un poeta de la ciudad que, solitario entre la multitud y ensimismado, enemigo de "los vegetales" y de cualquier aire que no esté "civilizado", traza el itinerario de un hombre común y corriente, "con los pies en la tierra", cautivo de sus obsesiones (las mujeres, sobre todas), deseos, odios y temores. Alguien que sin dejar de ser él mismo se pone en el lugar de los otros: de la gente, digamos. Y lo hace a partir de Barcelona. Porque una ciudad es todas las ciudades y porque, como todas también, tiene un barrio modesto, uno bajo, una zona transitada, uno antiguo y, por fin, uno rico. Fonollosa vivió para su obra. Como soñó, resiste.