Image: Viento variable

Image: Viento variable

Poesía

Viento variable

Antonio Hernández

18 noviembre, 2016 01:00

Antonio Hernández

Calambur. Barcelona, 2016. 176 páginas, 16€

Con su libro anterior, Nueva York después de muerto, publicado en 2013, Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, 1943) consiguió el Premio Nacional de Poesía y el de la Crítica. Perteneciente a la Generación del 60, junto a poetas como Diego Jesús Jiménez, Félix Grande o Jesús Hilario Tundidor, brumosa tierra de nadie de la poesía española comprimida entre dos famosas promociones: el Grupo del 50 y los Novísimos, Hernández, reconocido con numerosos premios, es autor de una profusa obra poética que agrupó en Insurgencias (Poesía 1965-2007).

Viento variable reúne poemas escritos entre 2010 y 2015, como se nos explica en la Nota de autor y forma parte de lo que llama "poesía total", porque toma recursos de otras artes; versos de carácter "dicotómico y epicolírico -canto y cuento-" donde poesía y literatura se funden con oficio. Aunque hay una "voluntad de autonomía de cada poema", se organizan en "grupos temáticos emocionales" que encabezan diferentes epígrafes de autores dilectos.

El tono, más prosaico que prosístico, se adapta bien a los asuntos relatados, que tienen que ver, sobre todo, con la biografía del autor ("Voy a contarles mi vida"). Recuerdos y anécdotas de cuando era niño (la infancia protagoniza una de las partes, la de "Ruego", "Primeros pasos", "Nostalgia", "Rumor de la infancia", "El embargo"); paseos de jubilado por calles y parques (la vejez es otro tema habitual); situaciones cotidianas con nietos, hijos, mujer y demás familia (con evocación del abuelo Manolito Ramírez y del primo Pepito el Rana) o con amigos (Claudio Rodríguez, por ejemplo); los paraísos perennes o imperdibles (con menciones a los maestros: Borges, Rosales, Lorca, Alberti); la música (donde no falta el flamenco); la preocupación social (una constante en su poesía)...

Sí, este libro es, entre otras cosas, una suerte de memorias y tiene algo de balance o ajuste de cuentas. Principalmente, consigo mismo (así en el machadiano "Mea culpa"). O cuando alude a lo sucedido con los citados premios ("Pavoneo", "Pompas fúnebres" y los que componen la sección que inaugura una cita de Vallejo), si bien cifre su éxito definitivo en "poder / jugar con los nietos". La ironía (léase "Anónimo veneciano") juega a favor del libro, a pesar de poemas como "Tautología" o "Insidias". "¿Cómo se puede odiar a un tipo como yo?", pregunta. "Nunca me las di de maldito", subraya. Ahí ve uno esta poesía entre la autocomplacencia y la acritud respecto a sí mismo.