Opinión

Los dardos cambian de campo

La papelera

21 febrero, 1999 01:00

Huérfano de consuelo, lo confieso: falté al sarao flamenco del otro día con el ex presidente y su escudero. Sólo mitiga mi tristeza el escuchar a Volodos y saber que yo también voy a Perú, con Bonilla, a hablar de mí.

¿Q ué mandamás de un poderoso grupo de comunicación organizó la otra noche un tremendo sarao flamenco en un cortijo allende la corte? ¿Qué hacían allí el ex presidente del Gobierno y su escudero de la Junta de Andalucía, como dos señoritos antiguos de esos que en Cádiz tanto dieron que hablar? Los flamencos más viejos abordaron el AVE comentando por lo bajini que fiestas de tal tronío no se veían desde los tiempos de ya sabéis quién.

Por si acaso deciden repetir, duermo desde hace días en Atocha. Si no es con ellos, al menos Planeta me llevará a la Córdoba lejana y sola con Antonio Gala, que pone así en suerte sus "Afueras de Dios". Y lo haré saciado: mañana Grijalbo presenta una colección de libros de cocina de bolsillo con una presentación guisada por la propia autora, Igone Marrodán. Y es que cada día se venden mejor los libros. Admiren si no la cubierta y encartes con que se presenta la tercera novela de Cuca Canals, Llora, Alegría. De lujo.

Los premios ya no son lo que eran, me juran editores, libreros y autores en edad de merecer. Las ventas de las novelas galardonadas no alcanzan ni para cubrir los adelantos, las comilonas, los jurados y la publicidad de los premios de marras. Me entero de que más de una editorial de campanillas se está pensando cepillar su premio insignia por la cuenta que le trae, que no es otra que la cuenta de resultados. Y es que ya ni siquiera quedan auténticos premios literarios (¿el Lengua de Trapo de narrativa?, ¿el Renacimiento de poesía?, ¿el Comillas de biografía?). Y hablando de premios, ¿qué pasó con el de Alfaguara?

El ex director de la Real Academia ya tiene su carcaj lleno de dardos. Fernando Lázaro Carreter comenzará en seguida a lanzar anatemas a los torturadores del idioma desde su nuevo puesto de caza, que ya no está en las páginas de "Abc" sino en las de "El país".

No sólo Bryce Echenique se ha ido de aquí a Lima. Pronto liarán maletas Ray Loriga, Juan Bonilla y Care Santos, entre algún otro escritor etiquetado joven, quienes, aprovechando que ya van a Machu Picchu, hablarán de sí mismos en el Centro Cultural de España del Perú. Pero no sufran. No nos dejan tan solos: para empezar los festejos anagrameros, se viene Jaime Bayly con "Yo amo a mi mami" bajo el brazo.
T ambién se presentó de nuevo el fenómeno Arkadi Volodos en Madrid. Fue en un recital en el que quiso demostrar que lo suyo no son sólo los breves fuegos de artificio, sino también una traca entera. Tocó una sonata de Schubert y casi lo consiguió. Sin embargo, fue con una transcripción de Horowitz con la que dejó alucinando a la audiencia. Más alucinados se habrían quedado de haberse enterado que el pianista, ex alumno de la Escuela Reina Sofía, no había podido contar con la partitura y se las arregló escuchando un disco del mítico colega y tomando las notas de oído. Eso contaba, pero a mí me suena a la anécdota de Toscanini en Bayreuth para impresionar a los seguidores de Furtwängler que algún día les contaré.

Por cierto, me cuentan desde Andalucía -de donde recibo muchos faxes de una asociación de críticos con membrete de una Caja local- que con esta psicosis de los pitbulls y otros chuchos de profesión sus dientes, un tinterillo ha empapelado al poeta Juan José Téllez por llamarle "perro de presa". Está claro que obsequiar metáforas a un picapleitos es peor que echarle margaritas a los cerdos. Téllez, querido: los perros ladran, señal de que avanzamos. (A ver si demandan a Cervantes.)

Un fantasma recorre España: van a por Rosina Gómez-Baeza. Algunos galeristas, otros funcionarios y expositores varios se la quieren cargar de todas todas. A mi pobre Rosina la zarandean hasta quienes antes bregaban por salir junto a ella en la foto. Luego vendrán las cañas, pero hoy las lanzas siguen bien afiladas.

Mientras, descansan las que atacaron a Esperanza Aguirre. ¡Qué horas pasó, nada mansas ni seguras, la ministra! Otras más gratas le esperan. Sin ir más lejos, la homenajean quienes ya no tienen nada que ganar a cambio, sólo juega el corazón. Tanto que se habló de enfrentamientos en el Patronato del Teatro Real y, miren ustedes, todos se reúnen a cenar en honor de Esperanza, la ya ex presidenta de aquel patronato, por iniciativa de la Comunidad de Madrid.

Y ahora, abróchense los cinturones, porque vuelve Oliver Stone. Y no, en esta ocasión no es para contarnos ninguna vieja y traumática historia de los años 60 o 70. El violento y rarito Stone regresa al cine para narrar la vida y milagros del general Custer, ya saben, aquel enloquecido militar que no dejó indio con cabeza. La película, que si todo va bien comenzará en breve su rodaje, podría estar protagonizada por Brad Pitt. Tres millones de dólares le ha costado a la productora New Line conseguir los derechos de "Random House", la novela de Michael Blake en la que se basa el filme. ¿Cómo será el Custer de Stone? Ah, cualquiera sabe...
T ras el estrepitoso fracaso de "Los vengadores", elegida como una de las peores películas de los últimos años, Uma Thurman ha decidido olvidarse del cine, al menos por un tiempo, y debutar en el teatro con "El misántropo", de Molière. Pero las cosas no han podido irles peor: así, y entre otras lindezas de la crítica, el "New York Times" ha llegado a tildar de "vergonzosa e inestable" su actuación. Y es que, claro, no todas van a ser como Nicole Kidman...

Se admiten apuestas. También para saber quién se llevará el gato al agua este año, si no son los dos. Luis Ramírez y Cornejo-Focus se han empeñado en colocar en la cartelera madrileña dos musicales de postín, a los que pronto se unirá "Bailando, bailando", y los aficionados al musical no pueden ser más felices. De momento, el primero en estrenar ha sido la alianza castellano-catalana, con Chicago. Gustó a rabiar, gustaron Gonyalons, Joan Crossas y gustó todo un descubrimiento: Mar Regueras. Ramírez no ha querido para su Grease a grandes estrellas, sino a jóvenes bailarines y cantantes. A él, lo que le va ahora es el follón escenográfico, y yo me alegro.

T ras muchos años de censura en España -vayan ustedes a saber por qué, aunque yo tengo una idea porque me consta cierta pelea con un congénere-, resulta que Werner Henze se pone de moda entre los programadores -les vuelvo a decir lo mismo y yo tengo otra idea. Además del Real y otros sitios varios, ahora es el Festival de Canarias quien recurre al compositor alemán para el estreno extranjero del año 2000. Ya está casi escrita la partitura, y es que no hay nada mejor que echar mano al cajón.